Jeepers, creeperswhere´d ya get them peepers
Jeepers, creeperswhere´d ya get those eyes.
El miedo solidario y no formulado a ser devorado, aún cuando el riesgo es improbable, persiste como vestigio de un tiempo en el que no coronábamos la pirámide alimenticia y mantener la carne pegada al hueso era una hazaña. El cine de terror se funda sobre tales miedos atávicos y su naturaleza irracional.
Entre los Lumiére y Meliès, me quedo con el último, que me muestra lo que llevo dentro, los climas borrascosos mis sueños, la caligrafía de sombra de una pesadilla emboscada. Para lo otro ya tenemos ojos y a Galdós. Por eso no causa fatiga recorrer de nuevo las galerías pobladas de monstruos antropófagos, por lo general ataviados con el chaqué embarrado del zombi, o como en el caso del que me ocuparé hoy, el gabán herrumbroso de una criatura de origen incierto y destino salvaje, innominado, innombrable, que transita voraz por los fotogramas de Jeepers creepers (2001) dirigida por Victor Salva, autor que se prodiga menos de lo que quisiéramos.
Ahora que menudean elogios a cineastas medianos que se han acomodado al género, disfrutar de la obra de este tipo insólito, es una fiesta. Con el propósito loable de crear un mito que nos acompañe cada noche hasta los umbrales del sueño y nos abandone atormentados en la amanecida a una vigilia agradecida y luminosa, se sirve de una serie de elementos tales como la vieja canción de Warren y Mercer mil veces versionada y cuya letra declara el oscuro deseo de la bestia, aromando la historia con aire retro, sugiriendo un horror antiguo y persistente, inexorable. Motivos visuales y argumentales de títulos mayores del género, son orquestados ahora con una frescura y coherencia que lejos de redundar en su menoscabo elevan al film a la categoría de clásico prematuro, sacan a sus imágenes del tiempo y la citan con antologías genéricas: el espantapájaros, el camión de bocina estridente, los juegos de palabras con las matrículas, los grandes espacios de la América profunda que cercan a los personajes en su vastedad, pozos poblados de agonías, el cuervo, nuncio de malos agüeros y présago de corrupciones cercanas, las profecías malditas. Una carne torturada por el cincel diestro de un genio maligno, el dolor diferido como una promesa terrible y próxima.
El ansia.
Y un ser proteico e indestructible que ha comido demasiados corazones y no se detendrá. El terror en ocasiones se aloja en el alma, Jeepers creepers es la exaltación del dolor físico, de la irremediable capacidad sensitiva de la carne, carne surcada por los costurones del sadismo, cuerpo escrito con la letra cursiva de la desesperanza por un demonio silencioso que nunca fue ángel.
¿Quién es esa criatura maldita que cada 23 años, durante 23 días sacia su apetito paciente para volver después a su guarida, se entiende que ahíto, y distraer durante un par de décadas su carencia de urgencia fisiológica embebido en una labor minuciosa y barroca, al abrigo de una tiniebla cómplice, rumorosa?
The Creeper es Nadie, un amasijo de tejidos y órganos y músculos vicarios, tomados prestados de unas víctimas a las que rinde cumplido homenaje pergeñando con sus miembros menos apetitosos una Capilla Sixtina incorrupta soñada por Sade, vislumbrada por De Quincey, prohibida a Bataille.
Y Nadie tiene un deseo, comerse los ojos de Darry (Justin Long). Porque Darry a visto a su hermana Trish (Gina Philips) mear y lleva la humedad de sus bragas clavada en el glande, por eso Nadie quiere comerse esos ojos pecadores que guardan la memoria de lo que él no quiere (¡ay!) comerse, porque no lo necesita (¿para qué iba a querer este demonio célibe con trazas de estilita un coño universitario abierto en su anatomía?)
El film tuvo su secuela cuyo mayor mérito reside en haber reformulado visualmente el film precedente y evitar así la monotonía, llevando a The Creeper a un maizal donde ejerce sus habilidades de rapaz el último día de su permiso gastronómico a costa de los pasajeros de un autobús institutero. Pero hoy no será el único cazador y un Ahab de secano acechará obsesivamente a la bestia negra por el mar de amarillo cereal.
A Nadie se le acabará el tiempo y volverá a su letargo tranquilizador. Por el momento.
El trailer de la segunda secuela ya anda en You Tube.
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