jueves, 4 de junio de 2020

De Azarías, Varas y otras calamidades





Las últimas medidas adoptadas por la Junta contra la Educación Pública en Extremadura, ponen de manifiesto el profundo desprecio que desde la administración se siente hacia el proceso formativo y la nula confianza en el peso efectivo que este pueda tener en el bienestar de sus ciudadanos, así como el impacto económico y social en el conjunto de la comunidad que gobiernan. 
Cuando Fernández Vara anunció hace unos días su atropello, señaló sibilinamente hacia el colectivo que de forma previsible iba a contestar sus medidas, el docente, apelando a su solidaridad habida cuenta de los supuestos privilegios de los que goza el sector, con lo que de forma implícita y miserable, irresponsable incluso, recurría al tópico popular que nos tacha de vagos, y vagos efectivamente nos llamó su compañero de partido, el ínclito Garía-Page el mismo día en que se oficializó la suspensión de la actividad docente presencial, cuando nos acusó que querer tomarnos quince días de vacaciones en vísperas de la declaración del Estado de Alarma. Pero no es este, en mi opinión, lo más grave de las medidas propuestas por nuestro Presidente, lo grave, lo verdaderamente grave es la total faltad de confianza en el sistema educativo como principal motor de prosperidad y bienestar de una Comunidad Autónoma que lleva décadas proveyendo de mano de obra y talento a otras por la falta de oportunidades laborales, algo que, si bien no es responsabilidad directa de nuestros gobernantes autonómicos, si lo es, en cambio, procurar que los extremeños tengan al menos la oportunidad de ganarse dignamente la vida en Madrid o en Bilbao, y para eso es preciso, es imprescindible un sistema educativo que compita en igualdad de oportunidades con el de las otras las 16 comunidades. Porque aunque el taimado Vara disparó, y no precisamente con salvas, al colectivo de profesionales docentes, los verdaderamente afectados por sus medidas son, serán los estudiantes, son nuestros alumnos y alumnas, hijas e hijos, es el futuro inmediato de nuestra comunidad, más allá del hecho evidente de que aumentar las ratios en plena pandemia y con la amenaza de un rebrote más que probable el próximo mes de octubre, resulte negligente, una vulneración casi criminal de la seguridad del alumnado.
El señor Fernández Vara apela a la solidaridad de los docentes en tiempos de crisis, pero se le olvidó apelar a la solidaridad de los padres cuyos hijos e hijas verán seriamente menoscabada la formación que recibirán los próximos cursos cuando se encuentren hacinados con otros 34 compañeros, cuando su profesora o maestro no pueda dedicarle el tiempo que merece y que la ley prescribe, cuando no escuche la explicación debido a la algarabía de sus compañeros más díscolos o su profesor o maestra tenga que perder media sesión diaria en realizar tareas policiales. Para crear un ambiente de trabajo adecuado y cumplir con los objetivos que la Ley establece, como ofrecer una formación de calidad e individualizada Por cierto, ¿no es dotar deliberadamente de recursos insuficientes para alcanzar los objetivos fijados por un texto legislativo un acto de prevaricación? ¿No es, en último término, un atentado contra el artículo 27 de la Constitución Española?, un grupo de Primaria o Secundaria no debería exceder de los 20 alumnos. Sin embargo, tampoco debemos ignorar el hecho de que gradualmente la escuela va cumpliendo una función cada vez más propia de un servicio de guardería que la de un centro educativo propiamente dicho, es decir, la prioridad parece ser disponer de un espacio de recogimiento para los niños y adolescentes donde, de paso, algo aprendan, pero lo esencial es permitir la conciliación familiar no la procura de una formación, de modo que tanto da si están 20 ó 40 en un aula, mientras estén en un aula.
Pero volviendo al asunto, no se nos debe pasar por alto el hecho de que somos la Comunidad Autónoma con un nivel menor de renta, y sabemos bien que las desigualdades socio-económicas tienen una clara incidencia en el bajo rendimiento académico y en el alto índice de abandono escolar. Este hecho debería propiciar un esfuerzo extra en inversión por parte de la administración para suplir la carencias estructurales de nuestra región, dotando con más recursos y medios a la formación. Sin embargo, estamos a su vez en una de las Comunidades donde la partida presupuestaria destinada a educación es menor. 
De modo que no, señor Excelentísimo Presidente Fernández Vara, no insulte nuestra inteligencia pretendiendo desviar la atención hacia lo accesorio, no son los 20 euros, tampoco es esa hora adicional de carga lectiva, no es que esté empujando a cientos de compañeros a buscar trabajo a otras comunidades, ni siquiera es el menosprecio que manifiesta en sus declaraciones y acciones hacia la labor docente y las personas que nos dedicamos a ella, no Presidente, son los alumnos y alumnas, son los futuros Azarías, esa estirpe maldita e inextinguible de desheredados, humillados y ofendidos que en su versión 2.0 sufren la precariedad laboral y el desempleo, son las personas que tienen que hacer cola en una oficina del SEXPE para que les sellen un cartón o en un banco de alimentos, son las futuras mujeres y hombres que no necesitarían limosnas públicas, si ahora se les capacitara debidamente para conseguir sus ingresos mínimos desde el ejercicio de las facultades que una buena formación procura.

Aunque quizás, después de todo, socavar los cimientos de la Educación Pública responda a ese plan que llevo tiempo barruntando por parte de algunos de convertir Extremadura en una gran reserva de la biosfera para disfrute y solaz de madrileños o ingleses o alemanes, «el último reducto antropológico de Europa», según Sloterdijk, menudo honor, vengan y admiren nuestras maravillas naturales y conjuntos urbanísticos romanos y medievales, mientras nuestras hijas e hijos, con una sonrisa agradecida, servirán sus mesas y harán sus camas o quizás pasarán una gorra para recolectar unas monedas con las que pagar un billete de tren que les lleve lejos, muy lejos, si es que el tren consigue llegar a algún destino más allá de la dehesa.