El idealismo extremo, que en ocasiones suscriben algunos relatos de Borges, casa con una concepción del lenguaje que desconfía de su
capacidad representativa, de capital importancia a la hora de mantener el
concepto aristotélico de verdad como adecuación entre una proposición y los
hechos. Algo ya observado por Nietzsche cuando denunciaba que los conceptos no
eran más que metáforas cuyo origen se había olvidado; y los hechos mismos, un
manojo de interpretaciones. El lenguaje es esencialmente retórico, lejos de
revelar, oculta, urde máscaras, crea metáforas. Por eso Borges prefiere guardar
silencio acerca de la realidad extralingüística.
La
espacialidad tematizada en la narrativa de Borges, de carácter simbólico, se
encuentra en íntima relación con la compleja concepción filosófica que articula
su obra.
En primer
lugar el empirismo, especialmente en la versión radical de Berkeley, para quien
ser, es ser percibido. De modo que, en ausencia de percepción, no puede
afirmarse categóricamente la existencia de los objetos ni su persistencia en el
espacio-tiempo. Cuestión que se manifiesta en la aporía de las monedas perdidas
en "Tlön".
El
idealismo pone en el centro de la reflexión filosófica al "yo",
"sujeto" o "conciencia", quedando el mundo exterior
reducido a un "dato" que precisa de una justificación ulterior. De
modo que el idealismo sienta las bases para la plena subordinación de la
realidad empírica a la conciencia que lo "crea".
El
nominalismo reduce el mundo a los individuos y niega las esencias, siendo estas
últimas, una ilusión gramatical. La sustancialidad de los nombres es una
cuestión de semántica no ontológica.
En cuanto
a la ciencia, Borges siempre sintió interés por las nuevas teorías, la
Relatividad y Cuántica, que se asomaban a
modelos cosmogónicos y geometrías no euclidianas que conciben un espacio
paradójico respecto a la intuición humana.
1.
Horror infiniti.
Aristóteles
en su análisis de las paradojas eleática, distinguió entre un espacio infinito
y otro infinitamente divisible. La cuestión no es baladí. El infinito implica la no existencia de un
centro, la abolición del orden, la negación última de un dios. Borges estudiará
el argumento de las series de números infinitos, atribuida a Russell, suceptibles
de desdoblarse en otras series infinitas. Es decir, que el infinito sería
actual y no meramente el resultado de un proceso de enumeración o división
infinita.
Los
argumentos que abordan la posibilidad del infinito dirimen un conflicto
inmediato. El personaje-narrador se
encuentra en un estado de cierto equilibrio mental hasta que se insinúa la
posibilidad misma de que el espacio albergue el infinito. Este descubrimiento
imprevisto conduce a una degradación gradual del estado mental y una
desesperación en el personaje. En el caso de “La Biblioteca de Babel,” el
narrador nos dice que los habitantes de la biblioteca son afantasmados por su
totalidad: "Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones
que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo
haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la
vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana
- la única - está por extinguirse…" (62)
La premisa argumental que se insinúa como una
posibilidad atroz, se convierte en un revelación que se produce en el clímax
del relato. El espacio que recrea Borges a través de la elaboración de
simetrías y reiteraciones de elementos, deviene imagen especular que se refleja
a sí misma hasta la nausea.
La
conciencia de la crisis de la noción de tiempo basada en la linealidad y la
univocidad revierte, por tanto, en la configuración de un espacio paradójico,
desprovisto de categorías como dentro/fuera y que se simboliza en la imagen del
laberinto.
El
espacio laberíntico se convierte en metáfora de la irracionalidad de un
universo que, refractario a los intentos del hombre a introducir un orden, produce
la quiebra de su potencia. En ocasiones ese laberinto se configura como una
Biblioteca, en otras se trata de todo un país, como India en "El
acercamiento a Almotásim."
El
lenguaje para Borges es, como quedó dicho, esencialmente retórico, no
referencial, de modo que la mímesis objetiva confiada al poder referencial de
la palabra se descubre como una estructura de tropos a la que nunca le es
posible converger con una presunta realidad extralingüística debido a la
naturaleza autorreferencial de los "laberintos de papel". Las palabras
no muestran ni reproducen una presunta realidad extralingüística, son espejos
que ofrecen simulacros. Es la postura del nominalista. No hay una realidad sustancial
más allá de la palabra que la nombra.
2.
El laberinto.
El
laberinto figura una "geografía de la ubicuidad" bajo la que se
plantea una nueva visión de la realidad desde su dimensión espacio-temporal. El
laberinto es la metáfora idónea ante la experiencia de un universo caótico,
cuyo orden, si existe, es remoto y oculto.
Responde a unas leyes y una lógica nada convencionales, paradójicas.
El
laberinto se configura en la obra de Borges de dos modos. Bien como espacio
referenciado por el propio texto, bien como espacio textual, o "laberinto
verbal".
El ejemplo
paradigmático del primer tipo de laberinto sería la construcción de Minos para
encerrar al Minotauro, mito recreado por Borges en "La casa de
Asterión". La esencia de este tipo de laberinto es que no se puede salir
de él. Se trata de una estructura elemental y ordenada basada en la iteración
de determinados elementos, una recursividad potencialmente infinita que anula
toda posible toma de referencia.
Pero
también el reflejo de un mundo fantasmagórico, imagen que duplica una imagen
del arquetipo platónico, que es el mundo empírico. El espejo que "inquieta"
el pasillo y lo duplica en "Tlön", prefigura la amenaza de ese mundo
imaginado por una legión de eruditos, poniendo en evidencia el carácter
ilusorio de la realidad empírica.
Y aunque
el laberinto que nos interesa abordar a nosotros es de naturaleza espacial, también adopta la forma de un laberinto
temporal en la novela de Ts'ui Pên. Al fin, el concepto de cronotopo, legatario
de las teorías físicas de Einstein, implica a sendas dimensiones.
El
espacio borgesiano se convierte en laberinto ya sea por exceso de determinación
(una sola línea recta, como único corredor infinitamente divisible), ya sea por
exceso de indeterminación (el desierto, como infinidad de encrucijadas). En ambos
casos, el carácter laberíntico viene de la proyección de una característica al
infinito, lo cual da como resultado la imposibilidad de salir. Dicha
imposibilidad –conjeturada- de salir, se convierte en decisión de permanencia.
El
laberinto, en segundo lugar, también se configura en la narrativa borgesiana
como espacio textual autorreferencial. Este último se manifiesta en la mise en abîme, procedimiento retórico de
reduplicación especular. Procedimiento caro al autor del "Examen de la
obra de Herbert Quain", relato en el que procede mediante la reseña de su
producción literaria, confesando al final de la misma, que de una de sus
historias, extrajo él el relato "Las ruinas circulares".
No
debemos olvidar que en ambos casos, la "realidad" borgeana es siempre
textual, sin pretensión mimética alguna y sí, en cambio, una voluntad expresa
que crear espejos, construir simulacros. De modo que el primer tipo de
laberinto no sería más que una variante del segundo, y ambos un intento de
incluir el infinito caos del mundo y su ilusión especular en el recinto finito
del texto; en el ámbito de una combinatoria limitada de signos.
"La
Biblioteca de Babel" o "La lotería de Babilonia", pese al
locativo, no se sitúan en un espacio físico.
Estos
relatos de Borges acontecen en un espacio mental, desconectando la
referencialidad del realismo ingenuo entre la palabra y la cosa, por otra
parte, palabra a menudo referida a otros textos, negando así un afuera del
texto. Borges no aspira a reflejar el mundo, empresa proscrita por el idealismo
platónico y declarada vana por el nominalismo, sino a reducir el mundo un
espejo de la conciencia a través de la palabra.
Maravilloso, Marco Antonio. Siempre es genial leer algo sobre Borges, pero si lo firmas tú, todavía más. ¡Espero la continuación!
ResponderEliminarGracias a ti Núria. Lo genial es ver que ciertos contenidos llegan a alguien: ¡Vivan las amplias minorías!
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