ELIGIÓ decir no, eligió otra cosa…
SINTIÓ el Ser traspasado de Nada y aspiró hondo el carbunclo que asesinaba sus pulmones y desleía su juventud,
y exhaló el humo solitario (áspero como un reproche, dulce como los besos), y urdió con sus hilos el terciopelo negro de una voz nocturna, regando sombras y tejiendo olvidos.
APRENDIÓ de Mr. Hathaway que para encontrarse debía perderse un poco en las vaguadas asfaltadas con el rimel corrido de la noche.
INTUYÓ que sólo merece la pena jugar por jugar y las apuestas han de ser a doble o nada y que el amor es siempre un juego perdido.
OLVIDÓ que los ceniceros siempre acaban llenos y las botellas vacías, que la aurora nunca es oportuna y llega demasiado pronto, que el corazón es más frágil que esa pipa que le arranca lágrimas de ginebra.
AFIRMÓ una condición, una adicción, una tristeza recóndita en la bruma de sus ojos, a la que robó notas de cristal bruñido de un pálido azul.
ABREVÓ su alma en el vino espeso del cáliz de la belleza, que es el comienzo de lo terrible, y danzó por fuertes y fronteras su furia de bacante.
INTERROGÓ a Sister Morphine en la encrucijada de la soledad y desentrañó su enigma de quimera desesperada.
VIVIÓ sin tiempo para el arrepentimiento, sin espacio para el pesar, rasgando jirones de su voz bajo los focos.
MURIÓ hace apenas unas horas tras haber destilado el licor de la inmortalidad en el alambique del éxito y su complementario, el fracaso.
AHORA, la acogerá el club de los niños traviesos, tan hermosos y malditos como ella, que ya aguardan con las agujas templadas y las copas llenas.
Las rayas disponen su blanco en paralelo sobre el mantel abrumado de quemaduras de cigarrillos y un jaleo de notas rasgadas resuena su júbilo en la alta bóveda.
Todo está dispuesto.
También ellos sintieron y aprendieron y olvidaron, se afirmaron y preguntaron, como Amy.
Y vivían, hasta que eligieron decir No.
Hasta que eligieron otra cosa…
Amy hizo su elección una tarde de sábado, londinense y estival.
Que no falte nunca una copa de vino junto a tu tumba…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo había visto un Réquiem tan sublime como este texto. Grande como siempre, Marco. Un abrazo man!!
ResponderEliminar