miércoles, 11 de enero de 2012

DESTINO FATAL

Destino fatal: Sympathy for Mr. Nobody.






We are the nobodies
Who wanna be somebodies
When we´re dead
They´ll know just who we are
Marilyn Manson

En un momento del film, el Teniente Phil Gaines (Burt Reynolds) dice: -Yo no juzgo a nadie.Premisa de un personaje extensible a la actitud de Robert Aldrich en Destino fatal (Hustle, 1975), y la mejor manera de hacerlo es ofreciendo a cada personaje la ocasión de “dar sus razones” de forma renoiriana, así, el espectador se ve de continuo obligado a cotejar sus prejuicios ante el nuevo pormenor psicológico o revelación vital que modifica el retrato de los personajes. Esto ocurre muy especialmente con el matrimonio Hollinger, padres de Gloria.
Gloria aparece muerta en una playa de L.A. Todo parece indicar que fue un suicidio (El suicidio es la principal causa de muerte de adolescentes en este país), y, de hecho, lo fue, lo que Marty (Ben Johnson) reclama desde su dolor de padre es una justicia que la ley escrita no puede hacerle, esa ley redactada por los poderosos, por los que son anybodies para legitimar sus abusos sobre los nobodies, la demanda desesperada de un veterano (Corea) que perdió algo más que la posibilidad de dormir por las noches, y que muchos años después, sigue perdiendo. Hosco y violento en las primeras secuencias, despierta, contra todo pronóstico (le golpea por no tener cubierto el cuerpo de su hija), la simpatía de Gaines, acaso por que acierta a ver al perdedor, al relegado, al don nadie de clase media que paga sus impuestos, inmerso, como tantos otros, en un sistema erótico-publicitario que alimenta el deseo para alentar la competitividad, difiriendo una satisfacción que nunca se ofrece, condenando a la frustración.
La lucha por el deseo en las sociedades consumistas reitera la lucha por la vida en los países tercermundistas o en la naturaleza, y al final, como Cronos, el deseo devorará a sus hijos, como le ocurre a Gloria, una perdedora ambiciosa. Marty (ni tan siquiera padre biológico de Gloria, otro los galardón por haber servido a su país), siente la dolorosa frustración de no haber podido colmar los deseos materiales de su hija: No se puede ocultar lo que no tienes. De este modo, lo que comienza siendo un caso de suicidio que un padre obstinado se resiste a aceptar, se convierte en otra cosa, sin dejar de ser en esencia un caso de suicidio, permitiendo a Aldrich elaborar un discurso sobre los mecanismos de un sistema turbio, diseccionar el nihilismo de una época cuyo vacío sólo puede ser llenado a través del ejercicio de un hedonismo feroz, disertar sobre el carácter de una nación que muere de entusiasmo.
Marty necesita un culpable sobre el que volcar su ira de don nadie, y encuentra a Leo Sellers (Eddie Albert), epítome del poder que puede dar cuenta de su deseo devorando los cuerpos jóvenes que luego arroja la marea con los orificios llenos de semen, las venas de caballo y el alma rota. Gaines decidirá alterar la escena del crimen para que parezca un caso de defensa propia porque tiene que haber un poco de piedad para los don nadies.
Pero el film de Aldrich no se agota en el caso de Gloria Hollinger, como es habitual en su cine, asistimos a una realidad multívoca, se nos ofrecen versiones provisionales (el caso de Marty Hollinger es sintomático), a partir de un guión que abunda en secuencias dialogadas en las que se trasluce una tensión latente, un conflicto en cada alma, una verdad todavía no dicha, que desconciertan a una audiencia que no acaba de tener claro el destino de sus simpatías.
El contrapunto de Gloria, la joven ambiciosa que sucumbe al sistema, se halla en Nicole (Caterine Deneuve), la prostituta madura que ha sabido hacer del sistema su sustento (elocuentemente, Leo Sellers será su cliente estrella), sin renunciar a una vida personal, a sus sueños de escapar de la Ballena Blanca: con Gaines y en Roma, respectivamente (las escenas de intimidad entre Reynolds y Deneuve acaso sean lo mejor filmado jamás por Aldrich) El acuerdo que ambos tienen comienza a hacerse menos llevadero para Phil a medida que se va enamorando (Es tu problema, no el mío) y no acaba de ver claro que la huida a Roma sea la solución. Como siempre, las grandes decisiones se toman cuando ya es tarde para todo.
Por ultimo tenemos al Teniente Gaines, protagonista absoluto de la historia, el típico policía endurecido (en la línea de Bullit), a quien el desencanto no le ha fermentado en cinismo, y ese reducto de humanidad incólume le permite entender la ira de un padre cuando ve el cadáver de su hija descubierto, encubrir un crimen para que la justicia gane al menos una batalla a la ley, todo hombre busca una ballena blanca y, cuando la encuentras, deseas matarla.
Al promediar la década, Aldrich dicta sentencia, los 70 son la postrimerías del “sueño” que acabó en una pesadilla que partió de Dallas con destino Altamont, postrando a la sociedad norteamericana en un duermevela donde la iconografía lisérgica casa con los seriales televisivos, la pornografía cifra la voracidad de un deseo que estrangula la posibilidad del placer, la violencia responde al dolor, y everybody hustle.
Ya desde la puesta en escena, donde una luz muy contrastada (obra de su habitual Joe Biroc), arroja profundas sombras sobre el encuadre, se insinúa una realidad en la que los referentes de sentido son móviles, y aunque se trate de uno de los trabajos más “limpios” de Aldrich, rara vez elementos del decorado se interponen entre el espectador y la escena o se fuerzan los encuadres, el fondo, en contraste, es turbio, opaco casi, impenetrable. Fácilmente podría haber caído en la sordidez (sexo telefónico, prostitución, fetichismo, pornografía, locales de striptease, etc., son algunos de sus mimbres argumentales) y sin embargo, incluso en la representación de la violencia está contenido en viejo zorro que una vez fuera ayudante de Chaplin (aunque al que él siempre tuvo entre ceja y ceja fue a Welles)
Quizá fuera esta sobriedad la que en una década de estridencias (magníficas estridencias) hiciera que este film careciera de la atención merecida, tendencia que se mantiene hasta ahora. No sé.
A mí me parece una obra maestra.

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