viernes, 15 de julio de 2011

NOTAS AL HILO DE "THE DARK KNIGHT"


"...la gran herejía de la modernidad es la de considerar la política como cuestión de convicciones: como si uno pudiera recuperar, en el ámbito de los propósitos políticos, la certeza consoladora que antaño proporcionó la religión."  SCRUTON


En estos días en los que se cuestionan con bastante torpeza pero no sin oportunidad los fundamentos de nuestra versión de la democracia en un sano ejercicio de civismo al que si algo debemos reprochar es precisamente su carácter excepcional, sus objeciones tardías y bastante ingenuas, incubado al socaire de la enésima crisis económica (la política a nadie interesa hasta que toca el bolsillo), en estos días, digo, me sorprenden menos de lo que lo hiciera hace apenas tres años un par de reflexiones que de forma nada incidental surgen con insistencia en El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008) de Christopher Nolan, acerca de los peligros que acechan al sistema en ausencia de una atención vigilante por parte de la misma sociedad civil que lo sostiene –esto es, al margen de la acción de los políticos, en quienes tan sólo delegamos, no lo olvidemos,  la soberanía –y más allá o más acá de la política, repitiendo la tesis del “principio de disidencia” que se esgrime como objeción a las “éticas dialógicas”, la idoneidad del voto de la mayoría para decidir acerca de determinadas cuestiones que no deben dejarse al arbitrio de un referendo.  Pero vayamos por partes.
1. Nada nuevo bajo el sol. Ya Platón cuestionó con severidad la democracia y pudo observar su deslizamiento progresivo por las sendas de la corrupción hacia la demagogia de la palabra hueca y el gesto alambicado.
En una secuencia del referido film se cuestiona la legitimidad de Batman toda vez que nadie le ha elegido para que vele por Gotam. La objeción es respondida inopinadamente por Harvey Dent (Fiscal del distrito, cargo electo) arguyendo que fue elegido por todos los ciudadanos que permanecieron indiferentes o sacaron tajada de la corrupción que iba minando la ciudad hasta que la situación se les fue de las manos; justo lo que nos pasa ahora.
Harvey autoriza su razonamiento con el proceder habitual en los últimos tiempos de la República romana cuando había que afrontar  una crisis, delegar máximos poderes en un individuo para acabar con la división interna del Senado y actuar así de manera eficaz.

2. En el clímax de la cinta acudimos a un brillante experimento sociológico del Jóker consistente en que los pasajeros de dos transbordadores se vean en la tesitura de volar por los aires el otro barco o esperar que estos, ante el mismo dilema, explosionen a su vez el suyo. En sendos casos la decisión se somete al voto de la mayoría y la democracia habla: mejor tú que yo. Cuando hay que apretar el botón las voluntades vacilan. El pasaje de uno de los barcos se compone de presos y es uno de estos alevosos criminales, un mandinga enorme de aspecto amenazador y mirada turbia, el que ejerce el principio de disidencia arrojando el detonador por la ventana.
De nuevo se cuestiona la legitimidad de la voluntad general cuando las reglas del juego están viciadas (el trance descrito) y sólo una voluntad individual puede tomar la decisión más adecuada aun a despecho del grupo. Es decir, la ética (reflexión de carácter individual sobre valores morales, colectivos) es irreductible a la política.

3.  En el epílogo, Batman opta por cargar con el fardo de culpas de Harvey para preservar la esperanza que en los ciudadanos de Gotam despertó la insólita sospecha de hallarse ante un funcionario honesto… “porque a veces la gente se merece algo más que la verdad”…Harvey no es el héroe que merecen pero sí el que necesitan…
Si uno de los pilares de la democracia es la transparencia informativa, su idoneidad se cuestiona en aras de un bien común.
Conviene recordar la situación excepcional que vive la ciudad de Gotam, atacada por un terrorista que como ya ocurriera con Hitler, conoce a la perfección las fallas del sistema y está decidido a acabar con la democracia utilizando sus mismas armas.

4. La democracia no es perfecta pero merece la pena luchar por ella. El pueblo norteamericano ha desbrozado su breve pero intensa historia sobre el erial de la tiranía desde su misma fundación sin sucumbir jamás a la vileza de la dictadura, cosa de la que nosotros, y ahora que se acerca el 18 de julio conviene recordarlo, no podemos presumir.
Nolan (que es británico) avisa sobre el peligro de mitologizar la democracia y convertirla en un fundamentalismo o una entelequia, esto es, la actualidad o perfección resultante de una actualización, con lo que obtenemos  la mixtificación de unos principios con los que se llenan la boca y los bolsillos demagogos a los que delata la lascivia en la mirada y el bulto en el pantalón por plazas de toros y pabellones deportivos ante una audiencia convencida y entregada (nunca entenderé la finalidad de los mítines), sin ver la hora de meterse en la cama con la doncella mil veces violada que misteriosamente consigue que sigamos creyendo en su virtud sin mácula, en su virginidad incólume y promisoria.
Somos un manojo de dudas entre las que sobresale alguna certeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario