Don Delillo: Cosmópolis.
“El capital es el cuerpo sin órganos (lo improductivo, lo estéril, lo engendrado, lo inconsumible) del capitalista, o más bien del ser capitalista…es lo que va a proporcionar a la esterilidad del dinero la forma bajo la cual éste produce a su vez dinero: produce la plusvalía.”
Deleuze.
Eric recibe los primeros jirones de la mañana sobre los párpados transidos de insomnio en su vivienda de cuarenta y ocho habitaciones con un deseo que se va concretando con la luz del día: atravesar Manhattan en una discreta limusina blanca hacia una vieja peluquería en el extremo opuesto de la ciudad donde solía ir en compañía de su padre cuando niño y desea hacerlo el día en que el presidente visita la ciudad y una muchedumbre de manifestantes anti-globalización sacude las atestadas calles por las que transitan a paso de gusano una caravana de limusinas como la suya agobiando el aire con el fragor grave de sus bocinas, y desea hacerlo contraviniendo los consejos de su guardaespaldas toda vez que la sombra probable de un atentado contra su persona se insinúa como una ramera, mientras invierte el tiempo precioso del trayecto en la compra de yenes a crédito para especular luego con acciones que potencialmente habrán de rendir brutales beneficios en la creencia de que en el mercado se dan tendencias y fuerzas previsibles cuando la verdad es que su capital se desvanece con el día y cuando ya nada le reste procederá a hacer lo mismo con el de su reciente y millonaria esposa con la que aún misteriosamente no ha rubricado el enlace con el sello sofocado del fornicio sin que por ello deje de follar siempre que la ocasión lo permita en el moroso discurrir hacia un pasado que parece alejarse con las horas de la tarde, hacia una peluquería a la que solía ir en compañía de su padre cuando niño, y los flujos de su libido y los reflujos de capital se engolfan parejos en las infartadas arterias en que se deshilacha Manhattan y las ratas que liberan los manifestantes amenazan con devorar las calles arrasadas por la lluvia ya en la noche, y la compra masiva de yenes conmociona un mercado vacilante y oscilante, tan asimétrico como su próstata, renuente a revelarle un supuesto patrón afín al mundo de la naturaleza cuya solución costea sus vigilias y esa turbamulta de manifestante que están poniendo millones de ratas de curso legal en circulación para impedir que el futuro arrolle el presente no son más que servidores del mercado muy a su pesar porque ellos lo concretan y perfeccionan, forman parte de la cultura del mercado porque nada hay fuera del mercado, ni siquiera la peluquería donde solía ir en compañía de su padre cuando niño y después de todo quizá sea hoy el día en que todo haya de suceder antes de que la sombra perpleja de la muerte se detenga en el vuelo de una mosca…
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