jueves, 18 de septiembre de 2014

ENVÍOS V






Día#1.

(Primer plano. Interior. Día.)

De ocho meses a un año, dicen los médicos. No sé durante cuánto tiempo haré esto. Ni sé cuál es el motivo que me ha llevado a ponerme delante de una cámara como ante un confesor. Tal vez porque toda mi vida me la he pasado capturando imágenes y la presencia de la cámara me reconforta. Tal vez porque creo en el poder mágico de la imagen. Puede que sólo tenga miedo a desaparecer.
Ahora yo estaré en el centro de la imagen. Ahora yo soy imagen.


Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido.
(Corintios, 13:12)


Día#2.

(Interior noche. Plano general de una avenida. El pavimento está húmedo. Ha llovido pero ya no llueve. Sobre el cristal de la ventana se refleja la luz roja de la cámara. La voz fuera de campo.)

Colgué el vídeo de ayer en la web que tengo a mi nombre. Patético. Narcisismo. Pornografía. Me he pasado la vida que he malvivido rodando pornografía. Definamos "pornografía": representación de lo obsceno para excitar a la audiencia. La excitación es goce. El goce es dolor. La pornografía es agente del dolor. Toda imagen es ministra del goce con independencia de su contenido. Ergo, toda imagen es pornográfica. Una calle. Poco tráfico. Un fantasma habla fuera de campo. Esto es pornografía.
Legaré imágenes de heridas. Una larga herida abierta en el corazón de la luz.   


Día#3

(Exterior, noche. Un paso elevado.)
Me he pasado la vida esperando que algo me ocurriera, registrando en diversos formatos lo que les ocurría a los demás, sin advertir que eso que yo contemplaba por el visor me estaba pasando también a mí. Me convertí en la visión invisible. En cierto sentido esas imágenes que he consumido me han provocado un tumor, como a Max Renn. Como él, deberé morir para resucitar en la Nueva Carne.

Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.
(Corintios, 4:6)


Día#4

(Interior, noche. Ante un espejo.)

Luis Buñuel dijo que si se le apareciera Mefistófeles le pediría un hígado y unos pulmones nuevos, para seguir apurando martinis y fumando. Creo que formularía el mismo deseo. (Acerca el rostro al espejo hasta sentir su contacto; sobre la niebla de condensación que su aliento pone al cristal escribe con el dedo: "Mefisto")

Hay un cuento, no recuerdo de quien, en el que un viejo se imagina que el diablo le aborda con el antiguo pacto, entonces cae en la cuenta de que no tiene nada qué pedirle. 
Svevo, sí. Yo le pediría ser otro.

Sí.

Creo que es lo único que podría pedirle.






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