Día#1.
(Primer
plano. Interior. Día.)
De
ocho meses a un año, dicen los médicos. No sé durante cuánto tiempo haré esto.
Ni sé cuál es el motivo que me ha llevado a ponerme delante de una cámara como
ante un confesor. Tal vez porque toda mi vida me la he pasado capturando
imágenes y la presencia de la cámara me reconforta. Tal vez porque creo en el
poder mágico de la imagen. Puede que sólo tenga miedo a desaparecer.
Ahora
yo estaré en el centro de la imagen. Ahora yo soy imagen.
Porque
ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos
cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente,
como he sido conocido.
(Corintios, 13:12)
Día#2.
(Interior
noche. Plano general de una avenida. El pavimento está húmedo. Ha llovido pero
ya no llueve. Sobre el cristal de la ventana se refleja la luz roja de la
cámara. La voz fuera de campo.)
Colgué
el vídeo de ayer en la web que tengo a mi nombre. Patético. Narcisismo.
Pornografía. Me he pasado la vida que he malvivido rodando pornografía.
Definamos "pornografía": representación de lo obsceno para excitar a
la audiencia. La excitación es goce. El goce es dolor. La pornografía es agente
del dolor. Toda imagen es ministra del goce con independencia de su contenido. Ergo,
toda imagen es pornográfica. Una calle. Poco tráfico. Un fantasma habla fuera
de campo. Esto es pornografía.
Legaré
imágenes de heridas. Una larga herida abierta en el corazón de la luz.
Día#3
(Exterior,
noche. Un paso elevado.)
Me
he pasado la vida esperando que algo me ocurriera, registrando en diversos
formatos lo que les ocurría a los demás, sin advertir que eso que yo
contemplaba por el visor me estaba pasando también a mí. Me convertí en la
visión invisible. En cierto sentido esas imágenes que he consumido me han
provocado un tumor, como a Max Renn. Como él, deberé morir para resucitar en la
Nueva Carne.
Pues
Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha
resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Cristo.
(Corintios, 4:6)
Día#4
(Interior,
noche. Ante un espejo.)
Luis
Buñuel dijo que si se le apareciera Mefistófeles le pediría un hígado y unos
pulmones nuevos, para seguir apurando martinis y fumando. Creo que formularía
el mismo deseo. (Acerca el rostro al espejo hasta sentir su contacto; sobre la
niebla de condensación que su aliento pone al cristal escribe con el dedo: "Mefisto")
Hay
un cuento, no recuerdo de quien, en el que un viejo se imagina que el diablo le
aborda con el antiguo pacto, entonces cae en la cuenta de que no tiene nada qué
pedirle.
Svevo, sí. Yo le pediría ser otro.
Sí.
Creo
que es lo único que podría pedirle.
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