lunes, 19 de agosto de 2013

Guerra Mundial Z.





Bueno, ya nos vimos “Guerra Mundial Z”. Sentimientos encontrados, o uno que es un poco esquizoide, el caso es que me decanto por un doble acercamiento al gran proyecto de Plan-B.

1.       En contra (más bien en plan cabrón)

¿Mereció la pena, Brad? Cinco años y lo que nos traes parece un piloto de “The Walking Dead” para señoras mayores. Con la pasta fundida podrías haber financiado las próximas tres joyas de Dominik (o de Malick), o depurado el Ganges, tú mismo, pero algo de utilidad para alguien en vez del enésimo entretenimiento estival.
Para colmo, ya en su estreno USA amortiza el dispendio con lo que no puede contar ni con la simpatía que se ganan los grandes fiascos.  Para los que llevamos dos años leyendo acerca de las accidentadas circunstancias del futuro e improbable film, más interés hubiera tenido editar un documental en plan “Lost in La Mancha” reconstruyendo los avatares y cagadas del proyecto desde el día 1 de rodaje, porque preproducción se ve que hubo poca…,  incluyendo parones, reescrituras de guión y broncas de plató con tu querido Marc Foster, por cierto, en qué coño estarías pensando para poner a este pavo a los mandos. Fíjate que en conciencia creo que Emerich, el puto Emerich que debería arder en una hoguera alimentada con todo el fotograma inútil que ha malgastado, hubiera venido mejor a la jarana catastrofista que te montas. Hubiera ahorrado tiempo y pasta, desde luego no hubiera despertado expectativas, alentado esperanzas, avivado el deseo de la gran épica zombi.
Y es que Brad, los hay que lo tienen y los hay que no. Snyder lo tiene, vaya si lo tiene y así se le reconoce en los primeros minutos de “Guerra Mundial Z”, fusilando el estilo de los créditos y planos como el de la puerta del dormitorio entornada. Aplicando al pie de la letra el esquema narrativo, aunque de forma torpe, nada de calma tensa llena de presagios como antesala del apocalipsis y sí las manidas escenas familiares para darle nervadura dramática al cotarro y que lejos de hacernos temer luego por la vida de sus miembros, nos decanta por la causa caníbal del zombi. La primera gran secuencia de pánico se malogra por un montaje frenético, por una falta de inventiva alarmante que desaprovecha generosamente todos los medios del mundo. Ay, la de situaciones posibles que la imaginación estragada de uno anticipa, y la ramplonería simplona con que finalmente es despachada en apenas cinco minutos sin que nada destacable suceda, salvo ver americanos correr, claro, eso sí que es destacable. 
Hasta aquí podemos encontrar algún parecido con “Amanecer de los muertos”, luego la cosa se parece más a “2012”, del susodicho teutón.  No obstante, es el itinerario de este fulano que trabaja para la ONU (si al final va a resultar qué sirve para algo) donde el interés de la película crece, gracias a la aparición de personajes episódicos francamente bien escritos y mejor interpretados que alivian la omnipresencia de Mr. Pitt. A través de ellos adivinamos la urdimbre coral que teje la novela de Brooks de la que queda algún torpe flash-back que apenas alcanza para aquilatar la dimensión global de la plaga, reduciendo esta ambiciosa premisa al turismo accidentado de Gerry por Corea, Israel y Gales.
La batalla de Moscú fue suprimida por no encajar la violencia que desplegaba el hombre de la ONU con el retrato entrañable de ese padre de familia y amante esposo que se empeña en representar Brad Pitt. Lástima, me da que Angelina estuvo tras el tijeretazo, qué no es ejemplo para los niños ver a papá el día del estreno decapitando y destripando a diestro y siniestro, aunque sea a no-muertos de aviesas intenciones. En fin. La asepsia, en este sentido, del film, tampoco ayuda. Vale que no esperaba encontrarme con los pochlats del maestro Romero, pero hombre, algo de sangre, aunque sea digital, que no deja manchas y Angelina se enfada menos.
Si el cine de zombis, nos interesaba o interesó, que ya cansa, es porque el filón original ofrecía  la ocasión de esbozar negrísimas radiografías del alma podrida del vivo en su lucha contra la carne putrefacta del muerto. No por la acción, sino por la quietud del cerco que se cierra sin prisa pero firme.  Por un final, el único posible: cuando la muerte no es fin la vida está acabada.
Ahora todo es solidaridad y buenrrollismo. Lástima.



2.       A favor (más bien indulgente)

A estas alturas poco le queda al subgénero por ofrecer.
Diría que “The Walking Dead” está agotando gloriosamente el amplio catálogo de posibilidades que hace 45 años vislumbró el jefe de todo esto, Mr. George A. Romero, manteniendo su implacable pesimismo antropológico, toda la visceralidad del de Pittsburg  y su sádico sentido del humor. Quizá falte la sátira. El caso es que con un Blockbuster que busca al gran público y no sólo al zobífilo no hay que ser puntilloso. Y el film cumple, da acción y da suspense. A este respecto, el último bloque es modélico, me dejó sin uñas. Pero su mayor logro es el episodio de Israel, tanto por su espectacularidad como por las jugosas lecturas que ofrece. La frenética escalada de los muros de Jerusalén, que habría despertado la envidia de los cruzados (y de los sarracenos), forma parte desde ya de las antologías del género.
Resulta que Jerusalén, salvada por la previsión de un tipo del Mosad que decidió interpretar al pie de la letra un comunicado interceptado en el que aparecía la palabra “zombi”, acoge a los refugiados de extramuros, incluso a los palestinos. Naturalmente no en un ejercicio de compasión hebrea sino de inteligencia logística. “Cada vida salvada es un zombi menos al que combatir.” Se apresura a justificar el agente del Mosad ante el estupor de Brad Pitt cuando ve las banderas cisjordanas ondeando al viento junto al trapo de la estrella de David. Pero hete aquí que será la jarana que despierta el hermanamiento entre los pueblos otrora hostiles, los decibelios que acarrea la recién pactada confraternidad, los buenos sentimientos de los que se llena el aire de la Ciudad Santa los que encabritan de mala manera a la turba multa de no muertos que por la mala leche y determinación con que escalan el muro, diríase que son ortodoxos nada contentos con la nueva alianza y resueltos a restablecer Ley de Yavéh. Y vaya si lo hacen.  
En el bloque coreano se ofrece un siniestro apunte acerca de los expeditivos métodos de los vecinos del norte para atajar la plaga: arrancaron en menos de 24 horas los dientes a toda la población. No Teeth no Bite.
En cuanto al zombi en sí, la mayor aportación del film es convertirlos en una masa homogénea que actúa al unísono alentados por una fuerza atávica, demoníaca, brutal, que los convierte en temibles agentes del caos. No comparecen los consabidos escrúpulos por disparar contra un semejante. Lejos quedan las inermes criaturas de “The Walking Dead”, instrumentos al servicio del vivo. La dimensión mágica de lo sobrenatural y el misterio sucumbe ante la ferocidad de las legiones de no muertos. Nunca un ejército de zombis causó estragos mayores que los que literalmente fluyen torrenciales por los fotogramas de “Guerra Mundial Z”. Tanto en la secuencia de créditos como en el parlamento de un virólogo, se insinúa que pudiera ser la propia naturaleza la que estuviera tras la plaga. Quizá en un gesto defensivo contra el crecimiento demográfico descontrolado. Quizá porque nos hemos ganado a pulso su odio, aunque a mí nunca me cayera bien. Estoy con la Geynsbourg, es la iglesia de Satán.
Esperemos que la versión de DVD incluya, como suele ser habitual, alguna escena descartada que sea, no ya gore, siquiera algo violenta, tal vez la añorada batalla de Moscú, para satisfacer nuestra sed de sangre y que acerque el film de Mr. Pitt más a la tradición del subgénero que a las fantasías del catastrofismo ecológico.      


Os dejo con el soberbio “Isolated System” de Muse que abre la cinta. Un acierto.




sábado, 3 de agosto de 2013

POSTCARDS FROM ITALY.






ENVÍO#1
2 de julio 2013.


Y nos cayó la noche encima.

Caminabas de espaldas frente a mí, para no perder detalle decías, la mirada perdida en mi mirada. Tu mirada buscándose en la mía. Como dos locos perplejos ante el espejo improbable de la carne. De espaldas al mundo. Frente a frente. Boca a boca. Y nos cayó la tarde encima.
Tu media sonrisa insolente, los labios fruncidos y aún no sé si burlándote de mí por eso que antes te dije y me tenía tan avergonzado, pero tan feliz.

Al fin se lo había podido decir a alguien.




ENVÍO#2
7 de julio de 2013.

Entre nosotros no debía haber contratos ni rúbricas ni anillos de pertenencia. Ni álbum de fotos tristes con fecha al dorso, esas que al morir la poca luz del día sobre los visillos convocan un “¿te acuerdas?”, “qué jóvenes fuimos”, “¿qué nos pasó después?”

Pero nos pasó. 

Y un buen día nos vimos comiendo del mismo plato frío la misma ración de un desengaño anterior al mundo.









ENVÍO#3
7 de julio de 2013.

Yo no quería escribirte para no asimilarte a mi palabra, para no traicionarte con la palabra.
Por eso rompí carta tras carta apenas el abajo firmante te enviaba besos a la Rue de l`oubli.
                                                     Pero tú me dabas la palabra.
Si he escrito algo desde entonces ha sido siempre por ti. Esperando que uno de mis textos te encontrara. Conservar tu voz perdiendo la palabra en la escritura.

¿No te parece irónico?



ENVÍO#4
7 de julio de 2013.

La verdad del sudor y de las sábanas cuando la amanecida sorprende el laboreo tenaz de los cuerpos, el puro sigilo de las pieles .




ENVÍO#5
10 de julio de 2013.

(nostalgia, la puta del deseo)

Hoy apenas levantarme he buscado entre las cajas del trastero el casete de In a Lonely Place.

Nací cuando ella me besó.

        Morí cuando me abandonó.

           Víví unas semanas mientras ella me amó.

Luego he tenido que regresar a la cama para llorarlo todo hasta el mediodía.




ENVÍO#6
8 de julio de 2013.

¿En qué momento dejamos de contarnos los sueños?
¿En qué momento dejé de darte a leer lo que iba escribiendo sobre el escritorio inquieto de tus nalgas? 
                             (yo escribía sobre tu piel versos de carne con besos de tinta y ceniza)
Dejas en mí una herida que no quiero cauterizar.
Soy lo que has hecho de mí como tú llegaste a ser aquella a la que vestí con ropajes prestados hasta que no quedó nada de la muchacha a la que una vez deseé.
                                                Me diste la palabra y me diste el dolor.
(gracias gracias gracias)



ENVÍO#7
9 de julio de 2013.

Me pregunto si es a ti o es a mi amor por ti al que añoro.
Me pregunto si alguna vez hubo una alguna vez o mi amor te inventó y nunca fuiste esa joven que se parecía a Jean Seberg y me hacía reír durante los desenlaces trágicos de las películas de Mizoguchi y hablaba sin parar de mudarnos a una película de Hawks.
(pilotar aviones o criar elefantes, me liarías los cigarrillos y yo te encendería fósforos pero vives perplejo y sin remedio en esa escena la misma siempre de Los comulgantes)

Me pregunto si sigues odiando a Bergman por las mismas razones que adorabas a Hawks.
No llegaste a comprender que a ti tu candor te protegía de la ausencia de dios, pero yo pertenecía a la otra orilla.
Soy de esos que interrogan al Ser. “Neurótico” es el término clínico.
Dios es el concepto del Otro llevado al límite y apenas me alejé del recinto de mí mismo en un turismo cobarde y trasnochado.



Furchtlos bleibt aber, so er es muss, der Mann
Einsam vor Gott, es schützet di Einfalt ihn,
und keiner Waffen braucht´s und keiner
Listen so lange, bis Gottes Fehl hilft.






ENVÍO#8
19 de julio de 2013.


y te enfadabas si entre desconocidos te llamaba por tu nombre, nom prope non prope.
Una vez, mientras hacíamos el amor me pediste que te llamara por otro nombre. Por todos los nombres menos por el tuyo, mientras me susurrabas No soy tuya No soy tuya No soy tuya.

Llámame sin palabras, disípame en tu nombre, líbrame del trazo amor.



ENVÍO#9
20 de julio de 2013.

Hoy Otto, el cartero, ha pasado a tomar un café. Hemos hablado de fantasmas, lo único de lo que pueden hablar los que han vivido lo suficiente. Durante la escasa media hora que me ha acompañado, se ha dedicado a cambiar los remites de las cartas que le restaban repartir.
Luego me ha hablado de un proyecto que tiene en mente desde hace años: tarjepostalizar la carta, sin remisión ni destino.

-Para mí Marco, es más importante la cuestión de saber a quién se escribe, ¿no crees?