Bueno, ya nos vimos “Guerra
Mundial Z”. Sentimientos encontrados, o uno que es un poco esquizoide, el caso
es que me decanto por un doble acercamiento al gran proyecto de Plan-B.
1.
En contra (más bien en plan cabrón)
¿Mereció la pena, Brad? Cinco
años y lo que nos traes parece un piloto de “The Walking Dead” para señoras
mayores. Con la pasta fundida podrías haber financiado las próximas tres joyas
de Dominik (o de Malick), o depurado el Ganges, tú mismo, pero algo de utilidad
para alguien en vez del enésimo entretenimiento estival.
Para colmo, ya en su estreno USA
amortiza el dispendio con lo que no puede contar ni con la simpatía que se
ganan los grandes fiascos. Para los que
llevamos dos años leyendo acerca de las accidentadas circunstancias del futuro
e improbable film, más interés hubiera tenido editar un documental en plan
“Lost in La Mancha” reconstruyendo los avatares y cagadas del proyecto desde el
día 1 de rodaje, porque preproducción se ve que hubo poca…, incluyendo parones, reescrituras de guión y
broncas de plató con tu querido Marc Foster, por cierto, en qué coño estarías
pensando para poner a este pavo a los mandos. Fíjate que en conciencia creo que
Emerich, el puto Emerich que debería arder en una hoguera alimentada con todo
el fotograma inútil que ha malgastado, hubiera venido mejor a la jarana
catastrofista que te montas. Hubiera ahorrado tiempo y pasta, desde luego no
hubiera despertado expectativas, alentado esperanzas, avivado el deseo de la
gran épica zombi.
Y es que Brad, los hay que lo
tienen y los hay que no. Snyder lo tiene, vaya si lo tiene y así se le reconoce
en los primeros minutos de “Guerra Mundial Z”, fusilando el estilo de los
créditos y planos como el de la puerta del dormitorio entornada. Aplicando al
pie de la letra el esquema narrativo, aunque de forma torpe, nada de calma
tensa llena de presagios como antesala del apocalipsis y sí las manidas escenas
familiares para darle nervadura dramática al cotarro y que lejos de hacernos
temer luego por la vida de sus miembros, nos decanta por la causa caníbal del
zombi. La primera gran secuencia de pánico se malogra por un montaje frenético,
por una falta de inventiva alarmante que desaprovecha generosamente todos los
medios del mundo. Ay, la de situaciones posibles que la imaginación estragada
de uno anticipa, y la ramplonería simplona con que finalmente es despachada en
apenas cinco minutos sin que nada destacable suceda, salvo ver americanos
correr, claro, eso sí que es destacable.
Hasta aquí podemos encontrar
algún parecido con “Amanecer de los muertos”, luego la cosa se parece más a
“2012”, del susodicho teutón. No
obstante, es el itinerario de este fulano que trabaja para la ONU (si al final
va a resultar qué sirve para algo) donde el interés de la película crece,
gracias a la aparición de personajes episódicos francamente bien escritos y
mejor interpretados que alivian la omnipresencia de Mr. Pitt. A través de ellos
adivinamos la urdimbre coral que teje la novela de Brooks de la que queda algún
torpe flash-back que apenas alcanza
para aquilatar la dimensión global de la plaga, reduciendo esta ambiciosa
premisa al turismo accidentado de Gerry por Corea, Israel y Gales.
La batalla de Moscú fue suprimida
por no encajar la violencia que desplegaba el hombre de la ONU con el retrato
entrañable de ese padre de familia y amante esposo que se empeña en representar
Brad Pitt. Lástima, me da que Angelina estuvo tras el tijeretazo, qué no es
ejemplo para los niños ver a papá el día del estreno decapitando y destripando
a diestro y siniestro, aunque sea a no-muertos de aviesas intenciones. En fin.
La asepsia, en este sentido, del film, tampoco ayuda. Vale que no esperaba
encontrarme con los pochlats del
maestro Romero, pero hombre, algo de sangre, aunque sea digital, que no deja
manchas y Angelina se enfada menos.
Si el cine de zombis, nos
interesaba o interesó, que ya cansa, es porque el filón original ofrecía la ocasión de esbozar negrísimas radiografías
del alma podrida del vivo en su lucha contra la carne putrefacta del muerto. No
por la acción, sino por la quietud del cerco que se cierra sin prisa pero
firme. Por un final, el único posible:
cuando la muerte no es fin la vida está acabada.
Ahora todo es solidaridad y
buenrrollismo. Lástima.
2.
A favor (más bien indulgente)
A estas alturas poco le queda al
subgénero por ofrecer.
Diría que “The Walking Dead” está
agotando gloriosamente el amplio catálogo de posibilidades que hace 45 años
vislumbró el jefe de todo esto, Mr. George A. Romero, manteniendo su implacable
pesimismo antropológico, toda la visceralidad del de Pittsburg y su sádico sentido del humor. Quizá falte la
sátira. El caso es que con un Blockbuster que busca al gran público y no sólo
al zobífilo no hay que ser puntilloso. Y el film cumple, da acción y da
suspense. A este respecto, el último bloque es modélico, me dejó sin uñas. Pero
su mayor logro es el episodio de Israel, tanto por su espectacularidad como por
las jugosas lecturas que ofrece. La frenética escalada de los muros de
Jerusalén, que habría despertado la envidia de los cruzados (y de los
sarracenos), forma parte desde ya de las antologías del género.
Resulta que Jerusalén, salvada
por la previsión de un tipo del Mosad que decidió interpretar al pie de la
letra un comunicado interceptado en el que aparecía la palabra “zombi”, acoge a
los refugiados de extramuros, incluso a los palestinos. Naturalmente no en un
ejercicio de compasión hebrea sino de inteligencia logística. “Cada vida
salvada es un zombi menos al que combatir.” Se apresura a justificar el agente
del Mosad ante el estupor de Brad Pitt cuando ve las banderas cisjordanas
ondeando al viento junto al trapo de la estrella de David. Pero hete aquí que
será la jarana que despierta el hermanamiento entre los pueblos otrora
hostiles, los decibelios que acarrea la recién pactada confraternidad, los
buenos sentimientos de los que se llena el aire de la Ciudad Santa los que
encabritan de mala manera a la turba multa de no muertos que por la mala leche
y determinación con que escalan el muro, diríase que son ortodoxos nada
contentos con la nueva alianza y resueltos a restablecer Ley de Yavéh. Y vaya
si lo hacen.
En el bloque coreano se ofrece un
siniestro apunte acerca de los expeditivos métodos de los vecinos del norte
para atajar la plaga: arrancaron en menos de 24 horas los dientes a toda la
población. No Teeth no Bite.
En cuanto al zombi en sí, la
mayor aportación del film es convertirlos en una masa homogénea que actúa al
unísono alentados por una fuerza atávica, demoníaca, brutal, que los convierte
en temibles agentes del caos. No comparecen los consabidos escrúpulos por
disparar contra un semejante. Lejos quedan las inermes criaturas de “The
Walking Dead”, instrumentos al servicio del vivo. La dimensión mágica de lo
sobrenatural y el misterio sucumbe ante la ferocidad de las legiones de no
muertos. Nunca un ejército de zombis causó estragos mayores que los que
literalmente fluyen torrenciales por los fotogramas de “Guerra Mundial Z”.
Tanto en la secuencia de créditos como en el parlamento de un virólogo, se
insinúa que pudiera ser la propia naturaleza la que estuviera tras la plaga.
Quizá en un gesto defensivo contra el crecimiento demográfico descontrolado.
Quizá porque nos hemos ganado a pulso su odio, aunque a mí nunca me cayera
bien. Estoy con la Geynsbourg, es la iglesia de Satán.
Esperemos que la versión de DVD
incluya, como suele ser habitual, alguna escena descartada que sea, no ya gore,
siquiera algo violenta, tal vez la añorada batalla de Moscú, para satisfacer
nuestra sed de sangre y que acerque el film de Mr. Pitt más a la tradición del
subgénero que a las fantasías del catastrofismo ecológico.
Os dejo con el soberbio “Isolated
System” de Muse que abre la cinta. Un acierto.