Un año ya colaborando con la "familia divergente".
Un año desde aquel lejano texto acerca de una de mis obsesiones, "A sangre fría", que contra todo pronóstico fue acogido con notable entusiasmo por la madre y el padre de la criatura, Arantxa y Manu.
Un año y 24 textos después. Una colección de textos variopintos que testimonian una preocupante esquizofrenia (quizá por eso encajo entre los "mentalmente divergentes") y que ahora leemos con cierto pudor, viendo faltas y reparando en pecados; algunos, recurrentes, otros, fruto del momento, de la miopía o la presbicia, de la urgencia y la torpeza. Cine Divergente ha sido un laboratorio en el que hemos conciliado metodologías y enfoques diversos, con la espontaneidad de la reseña impresionista; parrafadas interminables que ponen a prueba la paciencia de mis sufridos editores, alternan con textos breves, fugaces, ligeros. Pero siempre, siempre sintiendo en todo caso la complicidad, la confianza y el apoyo de sus responsables.
Repasando los textos, vemos con cierta satisfacción que alguno llegó incluso a cierto número de lectores; lectores que dejaron con sus comentarios testimonio de que, de vez en cuando, conectamos. Y no es fácil en un medio que impone la ligereza por la prisa con que solemos leer en un monitor y la gran cantidad de información con la que somos bombardeados. Mi agradecimiento a todos ellos.
Un año ya, y pese a que añoramos la pasión cinéfila que nos devoraba en otra época, nuestro compromiso con la escritura garantiza que, mientras Arantxa y Manu estén por la labor, seguiremos asomándonos por aquí para seguir urdiendo una biografía sentimental, seguir luchando contra el tiempo, robándole imágenes y palabras, palabras que son imágenes, imágenes que son recuerdos, recuerdos que son un deseo de regresar; regresar a casa, regresar a Combray, regresar con Marta, regresar con Madelanie, regresar con el que fuimos. Como dice Deleuze, el pasado puro, conservado como memoria involuntaria, nunca pasa, no pierde actualidad, porque nunca la tuvo, la creación se caracteriza por el devenir, que no es un ahora, ni fue un antes, ni será un después. Sólo así venceremos a la muerte. Sólo la palabra nos puede salvar.
Disculpen el memento mori, habíamos venido a celebrar un aniversario y nos ponemos fúnebres. El otoño y la melancolía intempestiva que nos caracteriza.
Aquí les dejo con un enlace a todos los textos que un servidor ha tenido el gusto de escribir: