sábado, 27 de septiembre de 2014

ANIVERSARIO DIVERGENTE.



Un año ya colaborando con la "familia divergente". 

Un año desde aquel lejano texto acerca de una de mis obsesiones, "A sangre fría", que contra todo pronóstico fue acogido con notable entusiasmo por la madre y el padre de la criatura, Arantxa  y Manu. 

Un año y 24 textos después. Una colección de textos variopintos que testimonian una preocupante esquizofrenia (quizá por eso encajo entre los "mentalmente divergentes") y que ahora leemos con cierto pudor, viendo faltas y reparando en pecados; algunos, recurrentes, otros, fruto del momento, de la miopía o la presbicia, de la urgencia y la torpeza. Cine Divergente ha sido un laboratorio en el que hemos conciliado  metodologías y enfoques diversos, con la espontaneidad de la reseña impresionista; parrafadas interminables que ponen a prueba la paciencia de mis sufridos editores, alternan con textos breves, fugaces, ligeros. Pero siempre, siempre sintiendo en todo caso la complicidad, la confianza y el apoyo de sus responsables.

Repasando los textos, vemos con cierta satisfacción que alguno llegó incluso a cierto número de lectores;  lectores que dejaron con sus comentarios testimonio de que, de vez en cuando, conectamos. Y no es fácil en un medio que impone la ligereza por la prisa con que solemos leer en un monitor y la gran cantidad de información con la que somos bombardeados. Mi agradecimiento a todos ellos

Un año ya, y pese a que añoramos la pasión cinéfila que nos devoraba en otra época, nuestro compromiso con la escritura garantiza que, mientras Arantxa y Manu estén por la labor, seguiremos asomándonos por aquí para seguir urdiendo una biografía sentimental, seguir luchando contra el tiempo, robándole imágenes y palabras, palabras que son imágenes, imágenes que son recuerdos, recuerdos que son un deseo de regresar; regresar a casa, regresar a Combray, regresar con Marta, regresar con Madelanie, regresar con el que fuimos. Como dice Deleuze, el pasado puro, conservado como memoria involuntaria, nunca pasa, no pierde actualidad, porque nunca la tuvo, la creación se caracteriza por el devenir, que no es un ahora, ni fue un antes, ni será un después. Sólo así venceremos a la muerte. Sólo la palabra nos puede salvar.

Disculpen el memento mori, habíamos venido a celebrar un aniversario y nos ponemos fúnebres. El otoño y la melancolía intempestiva que nos caracteriza. 

Aquí les dejo con un enlace a todos los textos que un servidor ha tenido el gusto de escribir:

jueves, 18 de septiembre de 2014

ENVÍOS V






Día#1.

(Primer plano. Interior. Día.)

De ocho meses a un año, dicen los médicos. No sé durante cuánto tiempo haré esto. Ni sé cuál es el motivo que me ha llevado a ponerme delante de una cámara como ante un confesor. Tal vez porque toda mi vida me la he pasado capturando imágenes y la presencia de la cámara me reconforta. Tal vez porque creo en el poder mágico de la imagen. Puede que sólo tenga miedo a desaparecer.
Ahora yo estaré en el centro de la imagen. Ahora yo soy imagen.


Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido.
(Corintios, 13:12)


Día#2.

(Interior noche. Plano general de una avenida. El pavimento está húmedo. Ha llovido pero ya no llueve. Sobre el cristal de la ventana se refleja la luz roja de la cámara. La voz fuera de campo.)

Colgué el vídeo de ayer en la web que tengo a mi nombre. Patético. Narcisismo. Pornografía. Me he pasado la vida que he malvivido rodando pornografía. Definamos "pornografía": representación de lo obsceno para excitar a la audiencia. La excitación es goce. El goce es dolor. La pornografía es agente del dolor. Toda imagen es ministra del goce con independencia de su contenido. Ergo, toda imagen es pornográfica. Una calle. Poco tráfico. Un fantasma habla fuera de campo. Esto es pornografía.
Legaré imágenes de heridas. Una larga herida abierta en el corazón de la luz.   


Día#3

(Exterior, noche. Un paso elevado.)
Me he pasado la vida esperando que algo me ocurriera, registrando en diversos formatos lo que les ocurría a los demás, sin advertir que eso que yo contemplaba por el visor me estaba pasando también a mí. Me convertí en la visión invisible. En cierto sentido esas imágenes que he consumido me han provocado un tumor, como a Max Renn. Como él, deberé morir para resucitar en la Nueva Carne.

Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.
(Corintios, 4:6)


Día#4

(Interior, noche. Ante un espejo.)

Luis Buñuel dijo que si se le apareciera Mefistófeles le pediría un hígado y unos pulmones nuevos, para seguir apurando martinis y fumando. Creo que formularía el mismo deseo. (Acerca el rostro al espejo hasta sentir su contacto; sobre la niebla de condensación que su aliento pone al cristal escribe con el dedo: "Mefisto")

Hay un cuento, no recuerdo de quien, en el que un viejo se imagina que el diablo le aborda con el antiguo pacto, entonces cae en la cuenta de que no tiene nada qué pedirle. 
Svevo, sí. Yo le pediría ser otro.

Sí.

Creo que es lo único que podría pedirle.






miércoles, 10 de septiembre de 2014

Camposanto.




El camposanto se encontraba en lo alto de un promontorio que dominaba la geografía isleña: la carretera apenas era un débil rastro de asfalto mordido por arbustos: el Mediterráneo cedía sus pigmentos al sol, pero era un fulgor que no iba a durar: la parcela inicial, circundada por muros de granito sillar, era un recinto al que se accedía por un portalón enrejado que remataba una leyenda de caracteres forjados: "La morte non è la fine ma un inizio": el enlosado disparejo de mármol negro flanqueado por setos conducía a la capilla bizantina consagrada a una devoción ignota frente a la que había un puesto con flores frescas, velas, cenotafios, etc., aparentemente desatendido: al otro lado de su vivos vitrales, bajando unos escalones considerablemente estrechos, se ingresaba en un espacio recoleto circundado por agudos cipreses sobre el que emergían los túmulos en disposición aparentemente caprichosa: siguiendo el orden aleatorio de la muerte, sin otro sendero que el de la querencia de los pasos de cada uno: lápidas de granito gris,  jaspeado, algún mármol, inscripciones de citas bíblicas, plegarias hieráticas, memorandos inútiles: el latido del dolor sobre la piedra: retratos, cifras, efemérides del principio y el final: un tiempo detenido y perplejo atrapado por el escoplo.
Los sillares vencidos, vestigios del cerco antiguo y la rusticidad de las lápidas, una mayor frecuencia de cruces, señalaban la entrada en el recinto primitivo del camposanto: un silencio apenas alterado por el tenue cimbreo de los cipreses y la oquedad en la tapia ante la que una valla herrumbrosa oponía su débil resistencia, revelaron que extramuros se encontraba el objeto de su búsqueda: con cuidado de no mancharse de óxido, apartó la valla lo suficiente para  hacerse sitio y cruzar al otro lado de la pared sucia de líquenes.  

Notó frío: notó un extraño olor a quemado: notó un silencio sordo trepidando sus tímpanos: notó la gravedad de una sombra que no era arrojada por árbol alguno (no había árboles en aquel páramo yermo ni sombras tan desapacibles): notó que las distancias negociaban con su percepción un nuevo statu quo: notó subir una basca y una aspereza enroscada a la garganta: buscó asiento en la tierra inculta y se abrazó a la certeza de sus pantorrillas entre cáscaras secas de cítricos y colillas de tagarnina: el hormigón que soslaya, presenta una maraña abrumadora de pintadas polícromas que apuntan al corazón mismo de su malestar: más tarde (cinco, diez minutos), aún con el regusto gástrico en el paladar pero con el equilibrio recobrado, repara en que son en su mayor parte grafías arábigas abrazadas a posibles jeroglíficos junto, sobre, bajo caracteres alfabéticos que no componen palabras reconocibles; rematados por otros símbolos, cruces y cifras, perfiles de olas de mar, signos babélicos que codifican un texto proteico, orgánico, vivo, que se extiende en ambas direcciones sobre el muro: trasudando sobre el tejido áspero de la tapia: una glosa o comento maldito a pie de página, al racimo de túmulos que se desprendía ladera abajo confundidos, indistintos, anónimos, como naipes barajados y luego repartidos por una divinidad displicente y solitaria que distrae el tedio, a lo largo y ancho de la abrupta geografía de aquel erial hendido de paletadas que llegaba hasta los acantilados mismos que remataban con brusquedad la cara norte de la isla: la cara que recibía los suspiros de Euro y el aullido del diablo africano.