Yo todavía no he
vencido aquello que estoy combatiendo; pero tampoco estoy vencido y,
lo que es más importante, todavía no he capitulado. Me declaro en
estado de guerra total.
FRITZ ZORN, Bajo
el signo de Marte
(i)
Hay textos radicales, hay
textos-límite que nos cambian, no diré la vida, la perspectiva. Tal
vez incluso los paisajes. Son esos textos en los que late el dolor y
comunican la verdad de la belleza, que es la víspera de lo terrible.
Textos que son hijos de la necesidad. Para sus autores, no hubo
elección, ellos nacieron para escribirlos, como Blanchot nació para
encarnar su cicatriz. La escritura del todo o nada es esa que mira a
los ojos del abismo, es esa escritura que no espera mantener el
equilibrio y sucumbe al vértigo sin lamento.
Es claro que solo se
escribe así cuando se tiene poco que perder porque ya se ha perdido
todo, cuando se escribe abierto en canal. En ese trance estaba Fritz
Zorn en los meses que duró la redacción de Bajo
el signo de
Marte. Un texto definitivo, un texto del
que ya uno no espera recuperarse.
(ii)
Se trata de una
indagación en la genealogía del mal, en los orígenes de la
enfermedad del cuerpo en las sentinas del alma. Los pormenores
autobiográficos y las digresiones ensayísticas se alternan a lo
largo de esta singular automoribundia, probablemente una de las más
poderosas formulaciones artística que ha recibido la filosofía de
Friedrich Nietzsche.
Bajo el seudónimo de
Fritz Zorn, malvivió y murió a temprana edad un habitante de la
“Costa Dorada” de Zurich, con el alma rosigada por la depresión
y el cuerpo, por un cáncer corolario de ésta, a su vez fruto de una
tradición familiar que le educó para ser un espectador de la vida,
trató de ahorrarle todo lo problemático, “lo complicado”, lo
oscuro, y lo redujo a un ser disminuido incapaz de amar, una lánguida
caricatura de hombre asexuado y esquinado contra su soledad.
El neurótico obsesivo se siente interrogado por el Ser, la contingencia de su existencia es la respuesta al enigma de la quimera, el sujeto descubre entonces con una mueca de asombro que es mortal.
Ante tal aterradora revelación se encomienda la tan humana tarea de
encontrar un sentido, pero Zorn procederá a martillazos, demoliendo,
trasvalorando, domiciliando la esperanza únicamente en la lucha.
La enfermedad será el
síntoma de una vitalidad deficiente.
Sin embargo, lo que hace
de Bajo el signo de
Marte una
obra
de
arte
total
no
es
la
enésima
descripción
de
los
valores
mezquinos
de
la
moral
pequeñoburguesa en los que
Zorn se demora con brillantez,
su rebelión
familiar
y
social
deviene cósmica. El
reproche, en blasfemia.
Podemos
leer
sin
miedo
a
equivocarnos Bajo
el signo de Marte
como
una
contrahechura
del
Libro de Job. No
me
resisto
a
transcribir
un
pasaje
que
podría
ser
antologado
junto
a
los
textos
de
cualquier
libertino dieciochesco:
“Entonces respondió Job
al Eterno y dijo:
Tienes razón. Reconozco
que eres el tipo
más innoble, más
asqueroso, más brutal, más
perverso, más sádico y
más repugnante del mundo.
Reconozco que eres un
déspota y un tirano
y un poderoso que
todo lo aplasta y
mata (…) Tú
eres el puerco más
grande del universo (…)
Tú inventaste la Gestapo,
el campo de concentración
y la tortura: reconozco
por tanto que eres
el más grande y
el más fuerte. Alabado
sea el nombre del
Señor.”
Zorn
plantea su particular versión de la teodicea: aún partiendo de
la hipótesis de que Dios no existe, habría que inventarlo, sólo
para darle una bofetada. Con insólita lucidez invierte los
términos en los que se había justificado hasta la fecha la
invención de Dios como garante de un sentido y ecuánime repartidor
de premios y penas, y lo convierte en un interlocutor imposible que
lejos de dispensar consuelo y responder preces, se hace merecedor de
cuántos vituperios e injurias puede la desdicha incubar en el ser
doliente del hombre. Dios es el antagonista que nos azota,
humilla y acaba por matarnos, cuando él mismo no es más que el
organismo en el que nosotros encarnamos esos males con que pretende
castigarnos. La psicología del odio creadora de dioses queda
develada.
Creo saber ahora
también lo que quise indicar con el concepto que designé como lo
“familiar”, lo “burgués”, lo “cristiano” y lo
“tranquilo”, y finalmente con la palabra “Dios” “Dios”
es el nombre que di al conjunto del mundo, que parecía ser tan bueno
porque era tan tranquilo , tan limpio, tan correcto, tan comme il
faut, tan burgués y tan bueno; y que sin embargo fue tan malo,
especialmente tan malo para mí, que ahora se dispone a aniquilarme.
(iii)
Bajo
el signo de Marte es
además de todo lo anteriormente señalado un
escupitajo
a
la
cara
de
toda
esa
subliteratura
inspiradora
que
promueve
la
serenidad
del
ánimo
con
los consabidos mantras autocomplacientes
y
pasteleros
incubada por una
psicología
ingenua
que se tiene `por científica y cuya perversa premisa es la
asimilación reduccionista
del hombre
a un ordenador,
por
tanto,
los
males
del
alma
se
curan
haciendo
uso
de
la
tecnología
farmacéutica
y
tirando
de
recetario
budista
para
remozar
la
cosa
y
darle
sentido al reseteo,
intoxicando
levemente
la
voluntad
y
nublando
el
juicio,
de
forma
indolora
y
sin
hacer
ruido:
Inspira-expira-encuentra tu lugar
en el mundo-aprende a
aceptarte-supera tus
limitaciones-afronta-tus miedos-es mejor
haber amado y sufrir
que no amar,
y
sandeces
por
el
estilo
que
sólo
logran
el
auto
engaño,
mercadear
con
la
esperanza
y
al
cabo
dejan
la
casa
sin
barrer.
Zorn,
como
Nietzsche,
como
Unamuno,
acepta
el
sentido
trágico
trágico
de
la
vida,
aunque
lo
haga
tarde,
envida
con
un
farol
a
su
negro
destino
(no
más
negro
que
el
nuestro),
y
hete
aquí
que
es
la
aceptación
cruda
de
la
muerte
la
que
le
devuelve
el
deseo
de
vivir. Moraleja
de esta historia: Antes el cáncer
que la tranquilidad. Léase,
antes la agonía, la afirmación del sentido trágico de la vida con
todo lo problemático que acarrea, la pelea con las fuerzas titánicas
del destino, a languidecer como una planta de interior en ausencia de
problemas y conservado en formol.
Zorn dice sí hasta
aquello que le destruye, es más, le da las gracias al cáncer. Creo
que no hace falta haber nacido bajo el signo de Aries para entender
todo esto, pero los que como Zorn y servidor hemos tenido esa fortuna
y la confrontación, la búsqueda de obstáculos (no diré “retos”)
nos hacen sentir especialmente vivos, no podemos menos que sentir una
infinita gratitud hacia este texto combativo.