lunes, 30 de diciembre de 2013

DEL LADO DE JOHANNES.





(Textos de Marcel Proust, El tiempo recobrado. Trad. de Consuelo Berges)


      "...pues los verdaderos paraísos son los paraísos que hemos perdido."


1.

Del lado de Johannes.

Cuenta la leyenda que quien esto escribe, compró con el primer sueldo que ganó haciendo bocadillos catorce horas diarias durante un fin de semana de WOMAD allá a finales de los noventa, cinco de los siete volúmenes que conforman En busca del tiempo perdido, en su edición de Alianza Editorial.

Y leemos, porque leyenda es "lo que se lee", que se impuso el hábito diario de leer únicamente diez páginas cada jordana. No debido a que un mayor número le fatigase o ante el apremio de gestionar un tiempo escaso, sino porque los ritos obedecen a pautas y la misa oficiada en honor a Proust no debía durar más de lo que ocupa la lectura de diez de sus páginas. Páginas cruzadas por un fraseo que exige una lectura recitativa, como una salmodia.

Y continúa el relato que, no resignado transcurrido un año, al fin de la obra y abandono de un hábito, ya por entonces, arraigado, retomó de nuevo la lectura del primer tomo, resuelto a encararse una vez más con el vasto universo proustiano. Convencido de que las lecturas y sus días debían llevar un curso paralelo. En la creencia de que si quería llegar a escribir en un futuro una línea con algún mérito sólo aquella vereda podría acercarle a su destino. El destino solitario de las letras. El destino paradójico de los letraheridos.




Así que, desde entonces, con menor frecuencia pero sí bastante regularidad, abrevamos en las ubérrimas páginas de Proust. Por si se nos pega algo.

"Y como el arte reconstruye exactamente la vida, en torno a unas verdades halladas en en sí mismo flotará siempre una atmósfera de poesía, la dulzura de un misterio que no es más que el vestigio de la penumbra que hemos tenido que atravesar, la indicación, marcada exactamente por un altímetro de la profundidad de una obra. (Pues esta profundidad no es inherente a ciertos temas, como creen unos novelistas materialistamente espiritualistas porque no pueden descender más allá del mundo de las apariencias y cuyas nobles intenciones, semejantes a esas tiradas habituales en ciertas personas incapaces del más pequeño acto de bondad, no deben impedirnos observar que ni siquiera han tenido la fuerza de espíritu de desprenderse de todas las superficialidades de forma adquiridas por imitación). "  



La Gran Belleza (Paolo Sorrentino, 2013) cifra una disyuntiva crucial que me ha dislocado el ánimo y desquiciado la voluntad durante década y media. Escritura o vida.

Durante mi primer año universitario tenía en mente llegar a ser un gran filólogo. Leía con admiración los historiales académicos de Manuel Alvar, Paco Rico o García Berrio. Anticipaba futuras líneas de investigación, pasaba horas en la hemeroteca fatigando los viejos volúmenes de la Revista de Filología Hispánica y los Anales Cervantinos o Galdosianos.
Pero el desempleo ya se había instalado en el hogar tiempo atrás y se hizo preciso sumar cifras al subsidio paterno. Y entonces apareció el otro lado de las cosas, la otra vida, mundana y nocturna, que no estaba mal por más que hubiera nacido de la necesidad. Y uno empezó a ponerle noche a la cosa. Y a libar de los néctares y licores que la noche nos presentaba con nocturnidad y alevosía.


Así, entre manchas de carmín, gafas ahumadas e ibuprofenos se me fue lacerando la edad temprana. Y fueron quedando atrás los sueños de erudito y fueron naciendo vislumbres de Chinansky. Empezamos a creer (porque así necesitábamos creerlo) que a la literatura hay que llevar vida y no levita, que la literatura es oficio de ave beoda nocturna y no de rata de biblioteca madrugadora y cafetera.

Así se nos pasaron los veinte. Sin escribir. Vaciando botellas y deshaciendo camas. Trabajando en esto y aquello por unos eurillos. Estudiando cuando el tiempo lo permitía. Leyendo a Proust.

Y en esto que me pillan los treinta a traición. Y con una hija (era de esperar) que me fue anunciada por la futura madre en una noche de verano.
 Aquel día de agosto había sabido de la muerte de Bergman y Antonioni. Fue un día extraño. La paternidad se me ofreció en compensación por la orfandad, supongo.

"Ese trabajo que hizo nuestro amor propio, nuestra pasión, nuestro espíritu de imitación, nuestra inteligencia abstracta, nuestros hábitos, es el trabajo que el arte deshará, es la marcha que nos hará seguir, en sentido contrario, el retorno a las profundidades donde yace, desconocido por nosotros, lo que realmente ha existido."


Después de eso, Johannes Fucktotum se cortó la coleta. Cambió la barra, por tiza y pizarra. Asistimos con un pasmo a la mañana prístina y asoleada del domingo. Al domingo en el campo con los suegros y el Tiempo de Juego. Y dejamos de fumar. Y empezamos a correr. Y a cultivar con delectación masoquista una monogamia inaplazable que te condena irremediablemente a la escritura (cuanto más prolífico menos profilácticos, disculpen la paranomasia).

Las poluciones de tinta engañan al deseo, por eso de que lo sublima y tal. Entoces abrazamos una idea largamente madurada entre las sábanas tibias de la resignación. Apenas un susurro que va adquiriendo un timbre cada vez más alto. Un tono imperativo al fin. Es el momento de recobrar aquel tiempo difícil y gozoso. Las horas perdidas ante una plancha. La vida ganada ante unos ojos verdes, o castaños o negros. Aquella noche en un ático que pensé sería la última (y no me importaba, a decir verdad)

Todo aquello ahora no puede ser más que literatura. En cierto sentido, un epílogo que no transige con la nostalgia ni con la grosera materialidad de los hechos, su trama caótica, contingente.

"... comprendía que la vida pudiera parecer mediocre, aunque en ciertos momentos pareciera tan bella, porque en el primer caso se la juzga y se la desprecia por otra cosa distinta de ella misma, en imágenes que no conservan nada de ella."


Y un buen día del pasado noviembre, Luis Landero nos recita libremente las tres líneas de arriba, sin que Proust hubiera salido a colación hasta ese momento. Y uno se sintió un poco como debió sentirse Agustín de Hipona cuando en el momento de máxima agonía espiritual abrió la Biblia por azar y Dios le habló a sus ojos con palabras mudas que labraron un destino de santo.
 Las mismas dudas, las mismas congojas, los mismos desalientos, la misma ira. Ese poner una línea, el párrafo de uno junto a otro de Flaubert, Conrad, Faulkner, Onetti o Marsé, y tener que apagar el ordenador con las lágrimas de la vergüenza por haber concebido la suprema soberbia de escribir como mis maestros.

Ese día me convencí que no era el único que había transitado la senda pedregosa del auto-desprecio, naufragado en un océano de dudas y purgado culpas en un infierno de soledad (ya quedó dicho, el oficio de las letras es solitario)

Ningún parto es fácil. Y si lo es, se trata de una evacuación.










"El ser que renació en mí cuando, con tal estremecimiento de felicidad percibí el ruido común a la vez de la cuchara  que choca con el plato y el martillo que golpea la rueda, a la desigualdad de las losas del patio de Guermantes y el bautisterio de San Marcos, etc., ese ser se nutre sólo de la esencia de las cosas, sólo en ella encuentra su subsistencia, sus delicias, languidece en la observación del presente donde los sentidos no pueden llevarla, en la consideración de un pasado que la inteligencia le deseca, en la espera de un futuro que la voluntad construye con fragmentos del presente y del pasado a los que quita además parte de su realidad... "

Y otro buen día, apenas una semana después, aunque ya en diciembre nos encontramos ante La gran belleza. 


"Y comprendí que todos esos materiales de la obra literaria eran mi vida pasada; comprendí que vinieron a mí, en los placeres frívolo, en la pereza, en la ternura, en el dolor, almacenados por mí, sin que yo adivinase su destino, ni su supervivencia, como no adivina el grano poniendo en reserva los alimentos que nutrirán a la planta. "










2. Del lado de Geppino.



http://www.cinedivergente.com/ensayos/la-gran-belleza





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