Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
Creo que fue
el primer poeta al que leí.
Seguro que
fue el primero que supo leerme a mí. En su verso sereno, sabio, lleno, me
encontré por vez primera una tarde lluviosa de noviembre (no tuvo por qué ser
así, pero es hermoso creer que así fue).
En su verso
templado, sensato y viril me sigo encontrando casi un cuarto de siglo después,
cuando estoy más perdido que nunca, como lo hago en la lira celeste de Darío, o
en la lira amarga de Cernuda, Jaime Gil. A veces en Vallejo, que no es lira
sino zampoña. En Quevedo siempre.
Lo leí por
vez primera en una de esas antologías de cubiertas horribles y un papel de
estraza amarilleado que olía a literatura. O a cómo yo pensé entonces que la
literatura debía oler. Formaba parte de una colección de clásicos que se incluía
junto a una enciclopedia. Aún guardan silencio sobre los anaqueles de mi casa
materna.
No sé si los
volveré a abrir.
Luego, una
variación sobre el poema A José María Palacios que escribí en apenas media hora,
me hizo ganar un premio regional de poesía en la escuela. Pensé que escribir
era fácil. Borges tenía razón al afirmar que la lectura es una actividad
posterior a la escritura. Más sensata.
"busca
el tú que nunca es tuyo/ ni puede serlo jamás."
Poeta del tú,
poeta del otro que va contigo. En un siglo de gloriosos ensimismamientos, de
egos que vestían máscaras para escapar de su alienante soledad, cantó a la
alteridad, no a la posesión, tendió puentes hacia la libertad ajena y anticipó
el tema central del prójimo en la filosofía sartreana:
"El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve."
Antonio
Machado tomó como nadie la temperatura a esta nuestra España aquejada de una
arritmia secular, siempre al borde del infarto. Presintiendo el latido del
odio, anticipando la visión de la matanza con unas palabras premonitorias que
nos siguen helando el corazón.
"Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón."
Mártir de la
otra España, dejó en Collioure el cadáver más hermoso del mundo, para oprobio eterno
de los nietos de los que mataron a García Lorca, a Miguel Hernández. Ahora se
vengan y le niegan a la educación el magisterio y la grandeza moral de la
herencia de estos mártires de la palabra y el pensamiento. Porque la otra España
no quiere, como no quiso ni querrá, personas. Sólo peones.
Si nos negamos, ya no
nos matan, no. Sólo nos relegan, nos esquinan con una tarjeta, ponen un sello.
Y listo.
El alcance
moral de su gran obra en prosa, Juan de
Mairena, que debiera ser lectura obligatoria en todos los institutos, no ya
para alumnos, sino para sus profesores (sí, también los que enseñan cosas
útiles, como matemáticas o química deberían leerla), de vigencia absoluta, universal,
hace de Machado uno de los grandes legatarios de la herencia kantiana.
Hay días en
los que le digo al primero que esté dispuesto a escucharme, que Retrato es el
mejor poema de la literatura española.
Hay días en los que sólo tengo a Machado.
Hay días en los que sólo tengo a Machado.
Va por ti
maestro.
"Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto
he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito.
el pan que me alimenta y el lecho donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de
tornar,
me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar."
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