Tú, que atesoras un número infinito de lágrimas calladas donde fundé mi reposo.
Qué vestido de novia asesinada, qué ramo sin pétalos declina en las aguas de tus ojos.
Qué alta y feliz figura de princesa triste, de princesa rota o diosa herida, sangrante en la hebra oscura de un dolor.
Sé pura en tu soledad de número infinito.
Hay un país ardiendo en el cielo habitado de zafiros.
Hay un lugar tras el sol que anhela tu blancura triste.
No hemos buscado aún nuestra cueva mágica entre tus pechos y yo.
Cuerpo de mujer. De qué está hecho ese clarear de alabastro que hay entre la noche y el final, ofrenda de luz a manos llenas.
Si vinieras de pronto con la noche entera,
rodeada por un mar en llamas,
frente a una luna rota,
plena de miedo,
y danzaras ante astros asesinos,
danzaras ante hogueras desatadas,
temblaría el suelo bajo tus negros pasos,
y verterías, verterías sombras,
cantarías con la muerte,
su lamento de espuma y sal.
En la oscuridad crece una duda
y la noche tiene solo rumores de medusas.
Si pudiera tocar tu frente alta,
Si tu cuerpo no huyera de mis dientes en el calvero de cal sobre el que escribo,
con la luna en tu piel llenando las arrugas de mi frente.
Si pudieras bailar sobre jardines de fuego, bajo un sudario de luz, ante un sin fin de astros criminales, sintiendo como sienten las esquinas solitarias el aliento glacial de una ausencia.
Entonces olvidarías el enigma de los gorriones, hilván de notas vertidas en un lecho de espuma.
Entonces olvidarías su número o daría igual o serían sus cifras las estrellas del cielo.
Y un gusto a cenizas se demora en el cielo de tu boca,
no es nada, te dirás, sólo un vagar de letras golpeadas, de palabras sin tacto ni color.
Pero será una música cautiva y última en las cuerdas del arpa lúgubre que muerde tu canto de sirena perdida.
Yo hablo de otra cosa, de un azul que desciende, se precipita y cae, azul terrible, azul esperado,
un océano de luz que devora tus sombras escamosas, que esperas te libere de tu azul heridor,
un azul que drena la noche de tus ojos, un azul suspendido en la cresta del dolor.
Y justo antes te será concedido un deseo, y al fin, las cosas saldrán de esa manera imposible, y nadie, Justine, nadie sabrá que en ese preciso instante, cuando ya era tarde para todo, fuiste plenamente feliz.
Diarío de una novia... http://naitsirc-laescolopendra.blogspot.com/2011/11/manos-de-topo-tus-siete-diferencias_24.html
ResponderEliminar