jueves, 17 de enero de 2013

MATER LACRIMARUM






Más allá de las venas y la risas,
el pan sacramental y el vino lúbrico.
Más allá de los signos de una incierta astrología que teje con su urdimbre figuras de dolor.
Más allá de la memoria cautiva en el andamiaje sutil de una mentira.
Más allá del ahora, de la estación en que maduran las bayas y se deroga el verde.
Más allá del después.
Entre un sin fin de luces que buscan tus oídos,
luz profunda de aurora degollada.
Entre un vergel sembrado de fetos muertos o lamentos enterrados o
vísceras que humean entre tus piernas sangrantes abiertas en ávido compás.
Y calzó de locura tu alma.
Y olvidaste ya el número de las bellotas lloradas sobre lo yermo.
Olvidaste un llanto vesperal clavado en el madero que pulsa silencios en un Edén vacío.
Sobre el filo de la noche gemebunda,
semillas como lágrimas, lágrimas como piedras,
percutiendo sobre la cúpula vacía,
sin eco ni memoria, ni compás, ni espera,
bajo un cielo malvado,
entre el resquicio de tus labios sin besos,
contra pechos ya secos rematados en cuchillos,
ante un vientre saqueado, templo de soledad,.
en una bulba convulsa, dentada y glotona.
Y oigo el lamento del roble, su voz astillada y humeante.
Las manos cautivas alzadas a la noche.
Si pudiera llenar de moho las catedrales,
verter planetas en un diván herrumbroso,
fiscalizar el dolor de un reloj parado sobre el andén vacío,
o vestir de luto las lágrimas sangrantes de los arrabales.
Pero viniste hasta mí, Lillith, mendigando una muerte,
en los pliegues del dolor.
Y quise abrazarte sin brazos, hablar con palabras mudas, crispar tu soledad en la alameda.
Quise que comprendieras,
pero sólo quería y nada sabía del dolor y la sangre,
El semen marchitó tus caderas y una ira me arrastró hacia el molino.
Y sin embargo, supe y perdí y maté.

Viniste a mí mendigando una muerte y yo fui tu asesino.




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