domingo, 27 de enero de 2013

WERT Y LA FILOSOFÍA.


Puedio dejar que otro me haga los zapatos, pero no puedo dejar que otro piense por mí.
LICHTENBERG








Que la presencia de la Filosofía en los planes de estudio tenía los días contados, era algo que sabía desde hacía tiempo. Vivir en una ciudad con Facultad de Filosofía y Letras donde no se imparte la titulación, es significativo, premonitorio, deprimente.

No arremeteré contra el Ministro Wert y la enésima reforma educativa que hemos de sufrir, al fin y al cabo él nada sabe. Apostaría los diez dedos de ambas manos y las tres piernas a que no hay un solo ministro/a, diputado/a o senador/a que haya (h)ojeado La República o Las Leyes, tan siquiera La apología de Sócrates, que son menos páginas y se pasan más aprisa. El que no sabe es irresponsable, y se ve que esas partidas maravillosas que invierten en asesores para tapar los hoyos de su ignorancia y maquillar su incompetencia, tampoco ayudan en este sentido.
Pobre Wert.

No arremeteré contra su clase de niños bien que compran títulos de ADE en prestigiadas y prestigiosas universidades católicas y luego ponen sus conocimientos al servicio de la empresa familiar, y la militancia, al socaire del pez gordo de la Diputación, la Comunidad o más arriba, según las ambiciones de Borjita, que el dinero público sólo se malgasta cuando va a los zánganos de los desempleados o a los dependientes, a la Sanidad y Enseñanza públicas ¿Por qué tengo que pagar yo con mis impuestos la matrícula de los demás? (Comentario real, señores, de una mocita de 16 añitos).
Pobre niño rico, nostálgico de caudillajes, tener que ver a maricones casándose: Antes muerto que adoptado por una pareja gay (comentario real, señores, emitido por una criatura de 17 añitos)

No, no culparé a estos señoritos de cortijo y montería, raya al lado y marítimos, los progres ya nos impusieron ese pleonasmo conceptual que es Filosofía y Ciudadanía, marginando el estudio de la Lógica, disciplina a la que de buen grado consagraría los dos años de la asignatura. Lo que dijo este o aquel nada importa, eso no es Filosofía, es la actividad y no el producto, se conjuga en infinitivo y no en participio, Filosofía es la lectura, la escritura y las reglas que rigen el pensamiento.
Pero tampoco vamos a culpar a aquellas almas cándidas que el mejor de los casos habían leído en sus años mozos alguna antología del Capital o a Marcuse en francés, y veían la Filosofía como una forma de ingeniería social (ingeniería, labor de insectos), que requería un adiestramiento previo en valores democráticos; a todas luces una contradicción en términos.

En los planteamientos de la enseñanza de la Filosofía se detectan varios problemas de fondo, solidarios con los mismos que aquejan a todo el sistema educativo en lo que respecta a las Humanidades y del que ya hemos hecho un apunte.

Las Humanidades se trabajan a través de la memorización de conceptos, que en la práctica no son más que nombres y fechas (me descorazona ver el modo en qué se enseña Literatura). Platón apuntó desacertadamente los males de la escritura y la pereza que aparejaba, al no tener que memorizar nadie se esforzaría en hacerlo, esquinando a una de las facultades cruciales del entendimiento. No supo ver el caudal de saberes que permitía embalsar y la posibilidad de su difusión. Ahora pasa lo mismo. El libro de arena virtual al que pasamos conectados varias horas al día, ofrece la biblioteca soñada por Borges, ergo lo que debemos enseñar es a hacer preguntas y buscar respuestas, cotejar información, cribar, ser críticos, analizar, huir del dogmatismo, identificar argumentos falaces, desenmascarar ideologías.
Todavía hay quien cree que tener “cultura” es saberse los ríos de la Península.
La Filosofía es una actividad, un ejercicio reglado por la lógica consistente en problematizar la evidencia y que encuentra su asiento en el espacio textual, con lo que debería replantearse la metodología didáctica de la misma. O dejarla morir. Sabemos que la suerte está echada.

Vayamos con la segunda objeción. Seamos claro, el pensamiento es un arma cuya necesidad sólo se ve cuando el sujeto se siente amenazado: romper en caso de incendio. Cuando la masa languidece en el confortable relajo que ofrece el tener las necesidades básicas cubiertas y el tiempo de ocio completo, pensar, problematizar sobre algo, se antoja superfluo, incómodo y hasta enojoso. Y eso, con la que está cayendo. En el gremio en el que me muevo, donde el presente no es especialmente boyante y el futuro inmediato, una incógnita, preocupa mayormente dónde pasar los carnavales, la rebajas, el Iphone 5 de fulano o el cumpleaños de zutano.
Podríamos concluir que la Filosofía precisa de crisis, su facultad problematiadora viene al pelo cuando se presentan “problemas”, se cuestiona un paradigma, científico, económico, político o social.
Ahora alguien podría observar que, por esa regla de tres, nunca tanto cómo ahora, resulta pertinente fomentar el ejercicio del pensamiento, y tendría más razón que un santo, por eso, algunos, los paranoides de atar, queremos ver en la propuesta de Wert una sibilina estrategia para eliminar el último resquicio por el que podría colarse la crítica y la disidencia en el sistema educativo. La consagración del dogmatismo, al fin y al cabo, necesitamos ingenieros no filósofos.
Al fin y al cabo, aquéllos son más dóciles, ganan más pasta y consumen, que es lo que nos hace falta pa´salir de puñetera crisis la crisis.

El tercer gran problema a que nos enfrentamos a la hora de enseñar filosofía (algo, por otro lado, imposible, cómo bien nos hizo ver José Luis Pardo en La regla del juego, toda vez que las reglas del juego se aprenden jugando, con lo que su conocimiento es implícito, y en cierto modo, la actualización de su recuerdo operada durante su ejercicio, algo ya desde siempre sabido, como el esclavo del Menón sabía geometría sin haber sido instruido) es la falta de referentes textuales de la generación actual, tanto literarios, artísticos, musicales o fílmicos. No se puede pensar sobre el vacío, el pensamiento sólo es posible a partir de un texto que engendra otros textos. Il n`i a pas de hors-texte. 
Pero parte de la juventud actual, y de esto es responsable el sistema educativo, nada ha leído, no sabe escribir y, lo peor, lo sabe y se la trae al pairo. La lectura ha perdido el poco prestigio que obliga hace unos años a leer siquiera para contar que uno lee, como el que enseña un Rolex.

En última instancia, tenemos la impresión de que nadie sabe para qué cojones sirve leer a Platón o a Machado, saber quién era Leonardo y analizar sus obras, salvo para tener “cultura”, claro. Tenemos la impresión que si las Humanidades no has sido definitivamente desterradas de los planes de estudio, como en Corea del Sur, es a causa de un último reducto de prestigio que va marchitándose más y más y más.
Queremos conocimientos con los que mercadear en el mundo laboral, ser competitivos y ganar pasta, no saberes que ensanchen nuestra visión del mundo, fomenten el acercamiento al otro o promuevan un sistema justo. El individualismo, la rapacidad, el sálvese-quien-pueda en que se ha convertido nuestra sociedad, se beneficia de la presbicia intelectual a que condenan los saberes técnicos.

Sí señores, ya lo dijo Nietzsche, nuestra visión del mundo no es lógica, es axiológica. La lógica es un instrumento, pero en esencia la Vida, la Voluntad, la Fuerza, son modos de valorar. Nuestro modo de ser y estar ante el mundo es valorando. Es más, la valoración crea un mundo, pues es el punto de vista del sujeto, intransferible, irreductible, sagrado.
Bien es cierto, que los que hablan hoy de valores, “fomentar valores” y gazmoñerías por el estilo, parecen catequistas y en el fondo no tienen ni puta idea de qué significa valorar.

En su último libro, uno de los hombres más inteligentes del planeta, el señor Hawking, consideraba a la Filosofía como un vestigio del pasado definitivamente superado. Habemus scientia! Así, la ciencia se convierte en un evangelio hodierno, un dogma cuya autoridad no se cuestiona so pena de pasar por ignorante y arder en las llamas del escarnio, cuando, cómo bien observara Wittgenstein, todo lo que conocemos, nuestras verdades sólo son las hipótesis más v-e-r-o-s-í-m-i-l-e-s, no hay Verdad alguna, salvo que queramos convencernos de lo contrario. En cuyo caso, el pensamiento crítico deviene un obstáculo que hay que salvar, ¿cómo?, desacreditándolo, desautorizando su práctica, como otrora hiciera la Iglesia con la ciencia. Idéntico proceder.
Tanto coeficiente para esto, Mr. Hawking.

Pronto seréis libres, jóvenes y jóvenas, de las comeduras de tarro de esos tipos que nada tenían que hacer salvo tirar de canuto y alumbrar ocurrencias que a ninguna persona normal, o al menos sobria, se le ocurrirían, y podréis dedicar vuestro valioso tiempo, a materias de más provecho durante las que podréis wasapearos sin miedo a perder el hilo, y no más problematizar nada, coño, que las cosas están bien cómo están, que la realidad es esto que toco, y no parece que se vaya a mover de aquí, que yo sé bien quién soy, y que eso de que no puedo tener certeza de si el agua hervirá cuando la ponga al fuego hasta que no lo vea, es una soberana gilipollez, ganas de buscarle tres pies al gato. Un poco de sentido común.

Y vosotros, los inadaptados, los antisociales, los melancólicos, los pesimistas, los que os encerráis entre sombras en vez de salir a pasear bajo el sol que se insinúa a la tarde, ver gente, comprar en las rebajas, cenar en ese nuevo restaurante de Pizarro o pasar los carnavales en Cádiz, vivir, chico, pues eso, vosotros, los freaks que entabláis un diálogo con los muertos (“escuchando con los ojos”, que dijera Quevedo), y cada vez menos queréis saber de los vivos, siempre hallaréis el sendero de la mano izquierda que allega a las puertas herrumbrosas del pensamiento, aunque nunca hubiéramos cursado Filosofía en Bachillerato, estoy convencido, que los que militamos a este lado, lo hubiéramos hecho.

Así que, que se jodan Wert y su ralea domadora de pulgas, podrán quitarnos el trabajo, podrán quitarnos el subsidio y desahuciarnos y rompernos la cabeza cuando nos quejemos por todo ello, pero eso, no, eso no nos podrán quitar.

Pensar, en estos tiempos, es un modo de resistir.

2 comentarios:

  1. Una gran fan de tus textos. Me alegra saber que aún queda gente que se preocupa por cosas que de verdad enriquecen a la persona. Y lo que es más importante, lo comparte con el mundo.

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    1. Quedo muy agradecido a tus palabras, estimada lectriz. Reconforta saber que lo que uno escribe llega a alguien. Un abrazo muy fuerte.

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