A Justine
y Curtis.
No soy
nada
Nunca seré
nada.
No puedo
querer ser nada.
Aparte de
esto, tengo en mí
todos los sueños del
mundo.
PESSOA
Ya se va acabando el
verano,
otro
más,
y el frío repentino
de final de agosto,
la
antesala
de
la
estación
madura
nos
sorprende
en los
pliegues del vivir, echando
un
pitillo
en
la
terraza,
y
uno
se
va
poniendo
un
poco
triste
pensando
en
lo
rápido
que
pasa
el
tiempo
que
todo
destruye,
y
abre
de
nuevo
sus
libros
de
poesía
favoritos
(uno
nunca
debería
cerrarlos),
y
soplamos
el
polvo
al
vinilo
de
Billie
Holiday,
Blue
Billie,
Tangled Up in Blue,
Billie,
y
su
voz
suena
como
a
la
de
una
amiga
a
la
que
podemos
contarle
estas
cosas
sin
aburrir,
su
voz
suena
a
cristales
desprendidos
por
un
repentino
frío
de
final
de
agosto,
y
me
aferro
a
Las
personas
del
verbo
como
si
en
ello
me
fuera
la
vida
(y
me
va,
Mr.
Jones,
me
va),
y
pienso
en
ponerme
a
escribir
esa
novela
que
por
fuerza
habrá
de
titularse
Como dicen que mueren
los que han amado
mucho, pero
pasa
otro
agosto
con
su
frío
repentino
y
su
fin
inmediato,
y
el
blanco
nos
aterra
como
a
un
Ahab
de
secano.
Y
a
su
caza
seguimos,
como
un
Ahab
enloquecido
y
soberbio.
Será
que
a
un
Marco
Antonio
el
mes
de
Augusto
no
le
es,
no
le
puede
ser,
propicio.
Agosto
es
mi
Actio,
mi
monótona
derrota
en
Actio,
año
tras
año
rediviva
(qué
bella
palabra
de
ecos
azorinianos).
Sin
Cleopatra
ni
Gloria.
Sin
llegar,
ni
ver
y
derrotado
antes
de
tiempo,
a solas con la
edad.
but it´s
alright, Ma, it´s life,
and life only.
Y
en
los
muslos
impactados
por
el
sol
de
Monica
Vitti
hallo
un
ligero
solaz,
se
despierta
el
deseo
en
su
perfil
un poco vulgar y
desgreñado
de
recién
levantada
y
tosiendo
el
primer
cigarrillo
del
día,
y me
encuentro
al
final
de
mí
mismo,
como
cantaba
el
Sabina
de
los
ochenta,
en
la
eterna
búsqueda
de
lo
eterno
femenino,
fatigando
la
geografía
salvaje,
inmemorial
y
perdida
de
una
isla
de
lava
azotada
por
el
temporal.
Y
ahora
Billie
arranca
penachos
de
su
alma
en
Strange Fruit.
Pero
el noveno mes amenaza
con ecos de trompetas y sellos que desatan maldiciones y convocan
pesadillas, once
años
después
de
aquel
once
de
septiembre
en
el
fui
arrancado de
la
matriz tibia de
una
ninfa
pubescente hacia
el
horror
de
lo
Real.
Mientras
preparaba
exámenes,
como
ahora.
El
tiempo
al menos
no pasa
para
los
malos
estudiantes.
Septiembre
siempre me espera
con
su
prisa
y
un
mohín
displicente
tensándole
el
labio.
Pero
pasa.
Y
quizá
Ridley
Scott
tenga
razón
y
no seamos más que la decepción de algún dios
triste
y
olvidado
que vio como su mayor temor, crearnos a su imagen y semejanza, se
cumplía (Sometimes
I hate you so
much, Ridley),
pero
mientras
llega
el
feliz
momento de enmendar el error,
distrae
la
espera
viéndonos
sucumbir
al
tiempo
con
la
frente
cada
vez
más
despejada,
ateridos
por
ese
primer
frío
de
final
de
agosto,
agobiados
de
culpa
en
la
madrugada
rota.
Escribiendo,
cuando
lo
que
debiéramos
hacer
es
preparar
exámenes
para
inflar
un
currículo
que
de
nada
nos
va
a
servir,
porque
la
Tierra
es
tan
malvada
como
quien
la
creó,
y
esperanza
no
es
más
que
un
conjunto
de
bellos
sonidos.
Alguna
vez,
una
hermosa
mujer.
Nada
más,
y
nada
menos.
Este
será
mi
último
agosto
en
esta
casa
donde
se
ha
lacerado
mi
año
breve,
en
la
que
de
ha
ido
una
década
con
un
suspiro,
en un te quiero, en muchas blasfemias, dónde
nos
ha
llegado
el
primer
vinagre
de
la
otoñada.
Dónde
ha
florecido
la
vida.
Diana.
Artemisa.
Mi
diosa,
rostro amado donde
contemplo el mundo.
En
esta
casa
he
leído
a
Nabokov,
Proust,
Jaime
Gil,
Onetti, el
eterno
Cervantes,
el
intempestivo
Faulkner,
mi
amado
Conrad
y,
last but not least,
Shakespeare.
Los
sonetos, Lear.
Lear
y
Cordelia.
Y
esa
es
mi
única
victoria
contra
el
tiempo,
haberle
arrancado
algunas
páginas
memorables.
No
sé
por
qué,
en
estos
días
postrimeros
no
estoy
para
la
filosofía.
No
sé
por
qué
en
estas
noches
desgreñadas
por
un
mal
viento,
sólo
en
la
literatura
hallo
consuelo
y
las
seducciones
de
la
razón
se
me
antojan
demasiado
caras,
falsos
requiebros
de
urgencia
y
esquina,
que
no
alivian
y
dejan
un
escozor
por
única
respuesta.
Y
los
bolsillos
vacíos.
Y
comienzo
a
trabajar
en
el
refugio,
una
simple
y
vana
afirmación
contra
el
fin
que
surge
del
terror
al
que
entrego
la
voluntad,
la
esperanza,
todo,
sintiendo
que
toda
mí
vida
fluye,
escapa
sin
remedio
a
una
plutónica,
ciega,
inexorable
sima
devoradora,
saturada
de
miembros
aún
por
masticar
entre
una
espuma
ciega,
ávida,
caliente
como
una
torrentera
sanguina
hacia
el
fin
del
tiempo
o
tiempo
del
final,
tanto
da
cuando
uno
se
debate
entre
las
muelas
del
titán.
Y
comienzo
a
trabajar
en
el
refugio
amorosamente,
aunque
sé
que
el
amor
no
puede
dudar,
¿o
era
durar?,
oh innoble servidumbre de amar seres humanos, todavía
buscando
ese
amanecer
que
asomado
a
la
ventana,
allegue
una
brisa
fresca
y
rosácea
entre
tus
sábanas
llena
de
rumores,
y
agriete
los
muros
de
la
intemperie
y
acalle
los
gritos
del
terror,
tapando
el
olor
a
asbestos
y
vomitonas
de
mi
celda
interior,
y
nos
envuelva
con
su
tul
cálido
y
vivo,
y
nos
eleve
en
el
vértice
de
luz
sobre
el
ángulo
ciego,
y
sean
las
palabras,
las
caricias
y
besos
los
que
nos
hagan
dudar
de
la
proximidad
del
fin...y la
más innoble/ que es
amarse a sí mismo!
Pero
dijimos
que
un
refugio
así,
no
podía
durar
¿o
era
dudar?
De
nuevo
el
lenguaje
nos
traiciona,
y
si
él
se
pasa
al
enemigo,
estaremos
perdidos
Mr.
Jones.
Y
comienzo
a
trabajar
en
el
refugio
con
la
tía
rompe-aceros
cuando
el
viento
de
agosto
azota
ya
la
alameda,
y
tapamos
sus
huecos
con
la
argamasa
de
nuestras
páginas
favoritas,
Lord Jim, Moby Dick,
Luz de agosto, La
educación sentimental, y
a
la
tía
rompe-aceros
le
arrancan
lágrimas
las
páginas
que
desgarramos
bajo
el
cielo
surcado
de
relámpagos,
no
de
rabia,
no
de
miedo,
son
lágrimas
de
alegría
y
secreto
gozo
compartido,
en
la
certeza
de
que
arderemos
con
ellas,
junto
a
ellas,
entre
ellas,
que
formaremos
al
fin
parte
de
todas,
celulosa,
tinta
y
carne
en
una
pulpa
indistinta,
crepitante
y
común,
consumida
en
el
brillo
de
la
radiación.
Luz
de la consunción, felicidad en la consumación.
Adiós
agosto de 2012, bésame, porque no volveremos a vernos.
Bañado en
un oscuro humor sanguino,
volvió a
gritar: ¿Por qué me
estás rompiendo?
¿No hay
piedad en tu espíritu
mezquino?
Hombres fuimos
y leña estamos siendo.
DANTE
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