Je est un autre...
Rimbaud.
Soy un catador, bocado a
bocado pruebo de aquí y de allá, un poco de esto y otro poco de
aquello, nunca demasiado, claveles, margaritas y graciolas tienen
cabida por igual en mi menú heteróclito. No puede decirse que me
termine ningún plato ni apure copa alguna, no lo pretendo, no
encuentro placer en el hartazgo ni me satisface el exceso más que
cómo una variedad ascética. Me repugna profundizar en nada más
allá de un sentido meramente epidérmico incluso en mí mismo. Nada
tan repugnante como tratar de conocerse, qué vanidad y qué
aburrimiento. Nada tan idiota cómo tratar de realizarse.
“En verdad os digo, a
tomar por culo con la autorrealización. Bienaventurados los que no
se realicen, porque nunca nada será de ellos. Nada tendrán ni
nada los tendrá.”
Lo interesante es el
mundo y no el sujeto, o en todo caso, no como algo ajeno al mundo y
sus acaeceres:
El tesoro está en la
acción y no en la reflexión.
En el viaje y no en el
destino.
En la excitación y no
en el orgasmo.
En la copia y no en la
modelo.
En el reflejo y no en
el espejo.
En la cita y no en el
encuentro.
En lo posible y no en
lo probable.
En la seducción y no
en el logro.
En la mirada y no en
lo mirado.
En el zapato de tacón
y no en el pie.
En el pie y no en la
mujer.
En la mujer hasta que
es tuya.
En la voz y no en el
pensamiento.
En la escritura y no
en la voz.
En la traducción y no
en el vernáculo.
En el suplemento y no
en la cosa.
La perversión. La
perversión. La perversión.
Johannes Fucktotum.
Si hubiera tenido la
ocasión de conocer a Descartes le hubiera preguntado por esa
debilidad suya por hacer de la conciencia, esa nada, fuente de la
certeza, y con la certeza modelar el Ser, cuándo lo verdaderamente interesante es errar en lo ajeno,
declinar en lo otro, lo que me trasciende y me reconoce como objeto
entre objetos. Lo que me aliena y nihiliza. Lo que no tengo y cuando
alcanzo, abandono.
Lo que no soy.
Personalmente, prefiero
desconocerme, perderme en el tráfago de mil identidades que son
ninguna, para encontrarme al cabo, forastero de mí mismo. Cambiar
cada día de nombre, de domicilio, de trabajo y de mujer. Ser nadie,
como Odiseo, y ser todos, como Proteo, vivir mi vida y tu vida y su
vida. “Viví todas las vidas” fue la lección que aprendimos en
la Vida de Torres
Villarroel.
La embriaguez no es más
que el declive de la identidad, la muerte del yo, la sutura que funde
al individuo con la otredad, conciencia y mundo, un ponerse máscara
sobre máscara sobre máscara.
Para encontrarse hay que
perderse.
...je est un autre...
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