miércoles, 12 de junio de 2013

DUBLINESCA.




El mundo es muy aburrido, o lo que es lo mismo, lo que sucede en él carece de interés si no lo cuenta un buen escritor.

Podríamos afirmar que la ya amplia obra narrativa de Vila-Matas gira en torno a esta afirmación efectuada por el protagonista de Dublinesca (2010) El aburrimiento que llevó a Alonso Quijano a fatigar las vastas llanuras castellanas para “vivir” sus relatos de caballerías es el mismo tedium vitae que ahora lleva a un editor jubilado, Samuel Riba a vivir el Bloomsday a Dublín para celebrar en secreto un réquiem por la cultura escrita.

Para el lector de novelas el mundo es el reino de la contingencia y el absurdo, un juego que no responde a reglas ni argumento, invertebrado y gratuito. Para el lector de novelas el mundo es un inmenso espacio textual que sólo se deja configurar como texto a cambio de una renuncia, perder el propio mundo. En vano tratará de interpretar como signos azares, leer en las superficies de las cosas para tratar de comprender, su empresa está condenada al fracaso. La máxima expresión de ese fracaso es perseverar en el absurdo, en la lectura equívoca de los hechos, en la escritura sobre renglones torcidos, vivir los libros y leer el mundo.

Pero no es posible ser feliz sin participar en el absurdo de la vida, esa es la amarga certeza que anida en el corazón del hombre de letras que ha optado por comprender el mundo en vez de hacerse miembro de su club, y el mundo se le ha ido quedando lejos, cada vez más extraño contemplado desde su cuarto. Riba, en las puertas de la ancianidad y como no puede ser de otra forma, siente su vida como un fracaso. Fracaso como editor que no dio con ese genio que se propuso encontrar, fracaso como escritor que nada dejó escrito por cobardía o debilidad de carácter, fracaso como hijo sin hijos que sigue sometido a sus padres, fracaso como hombre que no dejará huella alguna de su paso.

Y así, Dublinesca se convierte en la crónica minuciosa de la conversión de un hombre en fantasma según la maravillosa definición de “fantasma” que nos ofrecía Joyce: -¿Qué es un fantasma? -preguntó Stephen-. Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres. El hallazgo es que la muerte sólo es una de sus causas. La jubilación, la incomunicación y la soledad ofician igualmente de agentes. Riba a medida que interpreta con más frecuencia los hechos como signos percibe su falta de susbstancia y ser un personaje de ficción se convierte en una sospecha plausible. Se convence de que su autor debe estar acechando como el de Bloom espiaba sus pasos. El autor que le conviene a un carácter tan insignificante como el suyo debe estar alejado del gusto barroco de Joyce por delatar esa superabundancia estilística un acomodo o conformidad a la vida, no, a la insoportable levedad de su ser le va más la lucidez severa y el resentido laconismo de Beckett. Pero el autor a muerto, como antes había muerto dios, y ahora está dando sepultura a la era de la imprenta, con lo que su condena no será comparable a la de Augusto Pérez, siendo en definitivas cuentas la misma, aunque menos trágica, absurda como un mundo sin dios.

El Bloomsday se acaba convirtiendo en el Doomsday.

Proust en El tiempo recobrado escribe: “La vida nos decepciona de tal modo que llegamos a creer que la literatura no tiene ninguna relación con ella.” Dublinesca es una celebración de la literatura, es decir un alegato contra la vida, una venganza imposible.



3 comentarios:

  1. Me ha gustado bastante tu crítica, y tienes un talento muy divergente, que se desparrama en multitud de ámbitos diferentes( cine, literatura, filosofía). En cuanto a tu estilo, tiene muchos reverberos y timbres poéticos. ¿Quién usa en estos tiempos palabras como cendal en la publicación de Impostores en el Parnaso? Andrés Trapiello, muy denostado por algunos al plegarse a ejercer en el comisionado de la Memoria histórica, decía que le encantaba hacer rodar las palabras con musicalidad independientemente de que hubiesen caído en desuso. Será un estilo narrativo especioso para los usos modernos, pero en mi caso, es tan importante el fondo como la forma. Si me das una historia convincente, sin forma, pasaré a vuelapluma por el producto literario, y rumiaré sobre la idea si es que es brillante. A ti te considero muy interesante en fondo y forma.

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    2. Agradecido Sergio a tus palabras.

      Comparto tu punto de vista, como es lógico. Un erróneo sentido de la "cortesía" con el lector, quizá una generación de escritores, redactores, etc., que ha crecido sin demasiado contacto con su lengua, o quizá demasiado atentos a lo actual, desdeñosa de nuestro glorioso pasado literario, han impuesto una asepsia estilística, que solo atiende al plano informativo, funcional, despreciando todas las demás dimensiones del lenguaje, que en mi opinión no es un mero instrumento para denotar cierta realidad extralingüística de un modo fiel. ingenuidad que ignora que nuestra experiencia de la "realidad" está ya mediada por el lenguaje. Por ahí apuntaban los clásicos con el término "poiesis", por ahí iban los sofistas y Nietzsche cuando defendían la retórica frente a la dialéctica.
      Te agradezco también la mención a Trapiello, uno de mis prosistas favoritos. No sé si denostado, pero sus dietarios son magistrales.
      En fin, gracias, y nos leemos. Un placer.

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