sábado, 21 de julio de 2012

LA SEMANA GRANDE DE LA CRUELDAD.


Se discute la capitulación,
mientras se aproximan car-ca-ja-das.
Nacho Vegas






No sé cómo no lo vimos llegar.

En mitad del jolgorio nos apagaron las luces y aunque con las copas calientes, qué coño, estábamos en todo lo alto.
Cerrado por derribo, dijeron, y la orden de desahucio fue cursada vía exprés y sin remedio, con la rúbrica del desencanto y un matasellos familiar pero olvidado.
Crujir de dientes, las manos a la cabeza. Se muerden amenazas, se cantan himnos, se debate en la red.
Vivimos días extraños, vivimos días convulsos. Y esta semana de julio, no podemos, no debemos dejar de preguntarnos que parentesco guarda esta España nuestra con aquella otra España de los abuelos que estas mismas fechas comenzó a matarse por plazas y alcázares, por la vega y en el monte, bajo la encina y contra la tramontana.
Sin piedad, con un odio secular enroscado en las tripas que promovió disturbios de pólvora y tiñó de rojo el hierro moruno.

Repasando las páginas de Madrid, de Corte a Cheka asistimos al clima de intenso debate que sacudía desde el Ateneo hasta las tertulias de amigos por aquellos días previos al Alzamiento, a la República.
Y en esas parece que andamos estos días, aunque sin tan malos presagios y en Monarquía. Bueno.
El debate que siempre se abre cuando queda patente la ineptitud o mala voluntad de los gobernantes. El debate que arranca de la certeza de que aquellos que elegimos para que defendieran nuestros intereses, defienden intereses, pero no los nuestros. El debate que transita la vía enardecida del político y su llamado incondicional a la militancia y la toma de posiciones, el salto a la calle, y la vía serena y tibia del intelectual cínico que revisa argumentos, desenmascara ideologías, arriba falacias y esgrime buenas razones para no hacer nada, en espera de que sea la calle la que entre en el estudio.
Por la ventana, tarde y mal, como en aquel film de Bertolucci.

En la huelga de ayer, se nos dijo que se instaría al Gobierno a convocar un referéndum para que la ciudadanía se pronunciara sobre los recortes. Algo utópico pero que reabre un debate crucial en este momento de la historia que estamos padeciendo (la historia sólo se padece), ni más ni menos que el relativo a la legitimidad del poder político, el poder constituido y el derecho que debiera ser inalienable del pueblo para erigirse en poder constituyente, como defiende Antonio Negri.
Como pasó en Islandia.

Seamos claros, el cáncer de la democracia son los partidos políticos, erigidos sobre una estructura nada democrática que desprecia a sus bases y prioriza intereses personales, favorece despotismos, amiguismos, y demás oficio de alimañas. Un modelo que sigue siendo en espíritu el sistema canovista, urdido al socaire de la nula educación política de un pueblo que nada ha progresado a este respecto.
Recuerdo a un sujeto que, antes de las elecciones, publicaba, tercio en ristre, que votaría al PP. Aspiración legítima, de no ser que el chaval en cuestión tiene una minusvalía y trabaja para una empresa a la que el Gobierno subvenciona para que emplee a personas con desventajas y favorecer su integración.
-¿Vas a votar contra un modelo que te da trabajo?
Los hombros se encogen, las pupilas desaparecen tras las muchas dioptrías. Cuelga una sonrisa bobalicona y complaciente.
He aquí un triste ejemplo de una ciudadanía que, como Cánovas sospechaba, carece de la más elemental cultura cívica. Sólo que ahora a los politicastros no les hace falta el recurso al “pucherazo”, el mismo electorado se hace el harakiri.
Los partidos mayoritarios se turnan con igual desfachatez alentando eso de que votar a los terceros excluidos es “tirar el voto”. O votar en blanco, dar el voto al ganador.
Mantenemos un sistema obsoleto, fraudulento y corrupto, un puñado de payasos que acabarán por vender el circo entero. Europa no puede, no quiere confiar en esa caterva inmunda calienta-escaños que entregarán, de aquí a no muy tarde, el Congreso a algún comisario europeo y huirán con los bolsillos repletos.
Nos gobiernan los amigos de los que sacaron Bankia a Bolsa mintiendo. ¿Cómo pretenden que los Mercados recobren la confianza en un Estado fraudulento? Cada vez que Montoro asoma su jeta de Nosferatu la prima de riesgo sube diez puntos.

Todo el capital de la Nación está volando hacia fondos alemanes, brasileños, a Singapur. Estamos en bancarrota. Si el pago de las nóminas de los trabajadores públicos está en el aire, de las pensiones a medio plazo, mejor ni hablamos.
Hoy, la Comunidad valenciana, qué curioso, ha pedido la intervención estatal. La autonomía más corrupta, el mayor ejemplo del “pelotazo” urbanístico, feudo del PP.
De esta no salimos hasta que los que gobiernan y su hipócrita oposición, caigan.

Ayer, tras la mani, un maestro y amigo, nos instaba a conspirar, en la cocina, el la tasca de la esquina, en el blog.
Conspirar.

Sabemos que las manifestaciones fue un fenómeno surgido en la Revolución Industrial, como la huelga. Ahora sirven más bien de poco. El poder, de momento, controla a las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación, pero con los tijeretazos que les está propinando, tengo mis dudas sobre el tiempo que seguirán su juego. En Defensa, se plantean eliminar 22.000 empleos. ¿Lo harán? Sí, si no hubieran escuchado hablar de la Revolución de los claveles.
El mismo hombre sabio de antes, nos hablaba de la traición del Borbón al franquismo y que acaso, la supervivencia de la Casa Real y su presupuesto de dos kilos anuales, dependa ahora de traicionar a esta clase política. Los daría por bien invertido, borraría el morao de las banderas de mil amores. Regaría la Flor de Lis.
Traicionar.

La amenaza de una guerra civil es siempre algo a tener en cuenta. Muy en cuenta. Si bien, lo más probable sea que entre esta tremenda e indeseable solución y la vía islandesa, acabemos políticamente intervenidos por Alemania, trabajando 12 horas al día para pagarles la deuda. Almunia, al fin, tendrá su revancha.

La gran broma final.

En las pancartas de las manifestaciones, brilla el ingenio nacional, esa mala leche inextinguible que se prodiga menos de lo que quisiéramos. Y de entre todas, me quedo con una:








No hay comentarios:

Publicar un comentario