viernes, 13 de julio de 2012

POBRES DESGRACIADOS HIJOS DE PUTA.





Ayer fuimos testigo, una vez más, de un acto ignominioso, es decir, de una afrenta pública.

El lugar, el Congreso de los Diputados, sede de la Soberanía Nacional, donde se sientan los señores que nos representan a todos a la hora de legislar.
Y que legislan para todos. O eso deberían hacer. A eso están obligados según la Constitución.
Siento ser tan didáctico pero diríase que a veces se olvidan, nos olvidamos, de algo tan básico, sencillo, esencial.

Ayer asistimos a un hecho que, sería vergonzoso si se tratara del Congreso de Ucrania o San Marino, pero siendo el Congreso de España donde ocurrió, es decir, el lugar donde se sientan los tipos que me representan a mí, para empezar, es simplemente ignominioso.
Vaya con la palabrita, pero no encuentro otra que lo defina mejor al espectáculo de ver a sus respetables Señorías, especialmente a aquellos representantes de la voluntad de 14 millones de españoles, la de esos que han necesitado la mayor crisis económica de la historia para alzarse (sí, alzarse) con el poder, aquellos que se antojaron respuesta y única esperanza para remontar una situación, ya de por sí, insostenible, aquellos que colectaron votos gracias al nerviosismo, la incertidumbre, la desesperación, jaleando y aplaudiendo los mayores recortes de la historia de la democracia, como una jauría de alimañas obscena y babeante ante la carne fresca del cadáver, aplaudiendo y jaleando cada martillazo que la maza de Rajoy propinaba a las ruinas del estado de bienestar.

Aplaudiendo y jaleando, como en un partido de fútbol.

La Constitución define a España como un Estado Social y de Derecho. Según lo primero, es deber de nuestros gobernantes velar por el bienestar de la ciudadanía, garantizando unos mínimos salariales y en prestaciones, en sanidad y educación. Ayer se reformó la Constitución por canales infrecuentes, en silencio, mirando a otro sitio mientras se soltaba el salivazo, forzando la tos para que no se escuchara la página rasgada.
Ayer España dejó de ser un estado social.

Estado de Derecho. Nadie por encima de la Ley.

Y Andrea Fabra.

 -Qué se jodan.

Un que se jodan que ya forma irremediablemente parte de la historia carpetovetónica de la infamia. Es el mismo que se jodan que llevan siglo profiriendo las clases caciquiles mirando de reojo al jornalero de cara amojamada, es el mismo que se jodan que lleva siglos escuchando con resignación los miembros de la otra España. La España del trabajo y el sudor, cuando hay del primero y ocasión para el segundo. La España que hacía cola aferrada a la cartilla de racionamiento como a un escapulario. Cuando había cartilla. La España que hace cola en la oficina del INEM, o espera 6 horas en urgencias, o distrae las horas del día en un banco hasta que sea la hora para volver al albergue.

Ese que se jodan unánime y tan familiar en nuestra historia, resonará aún para nuestros hijos entre las ruinas de un país que seguirá, como es deseo de esta señorita, jodido.

Esta grandísima hija de su padre, de la que a buen seguro, estará orgulloso, es la hija de Carlos Fabra, máximo exponente de la pervivencia del caciquismo patrio, un motivo más para la vergüenza y la indignación popular, y un ejemplo ilustrativo de los valores que su partido abandera.
Imputado por cohecho, tráfico de influencias y delito fiscal, pertenece a la familia con mayor tradición política de Castellón: la quinta generación de presidentes de Diputación.
Los Corleone levantinos.
Pero España es un Estado de Derecho.
Sí señorita, ayer nos jodimos todos. Su familia lleva años jodiendo al Estado de Derecho, ayer se jodió el Estado Social y el mañana es cada vez más incierto, salvo por una cosa claro, estaremos jodidos.

Una recomendación si me lo permite su Señoría. En la próxima sesión en vez de emplear la expresión de marras, usted, que a buen seguro es lectora de Faulkner y conoce Luz de agosto, debería citar a Brown para referirse a los primos que engrosamos las filas de la otra España, con una expresión más rotunda, contundente, apropiada a la situación:

Pobres desgraciados hijos de puta.






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