lunes, 8 de noviembre de 2010

Cada vez son más tristes las canciones de amor

Nos han engañado...se lamenta el noctámbulo ante su copa de ron, contándonos mentiras sobre el amor...pero yo no lo creo. Hay engaño, sin duda, pero por nuestra parte. Amor es una palabra que significa lo que queramos o lo que queremos. Un amar solamente ser amado, según Quevedo, una potencia del alma que de continuo quiere libarse para volver a amar según Neruda o que no conoce otra libertad que la de estar preso en alguien en palabras de Cernuda. Lo dicho.
Es cierto que en occidente se impuso la tradición del amor romántico en su formulación lírica provenzal o petrarquista, puntales de su mitología son Abelardo y Eloísa o Romeo y Julieta, que dispensan los lugares comunes de la literaturización del amor: pasión excluyente, que quiere perpetuarse, entrega total al otro sin tolerar el desafecto o la separación y, final trágico, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren...
Si nos lo creemos, ¡pobres de nosotros!, pues estamos abocados al desengaño y el sufrimiento.
La ecuación amor, sexo, monogamia es un producto cultural, nada arbitrario pero tampoco necesario. Se trata de una asociación de ideas lógicamente inmotivada aunque culturalmente propiciada y sancionada, legitimada por la ideología y acatada por el común de los mortales que sólo cuando su espíritu se eleva por obra y gracia de Dionisos, cae en la cuenta de que eso que llamamos amor acaso no sea lo que creemos...pobre de ti si domicilias la duda, pues te corroerá en adelante y te conducirá como a Jaime Gil a la disyuntiva de Pandémica y Celeste, difícilmente conciliable, do you. Mr. Jones?

No hay comentarios:

Publicar un comentario