2. Cáceres, ciudad de la perplejidad, varada entre la historia solidaria y monumental y su déficit de identidad hodierna; una ciudad de ensueño sin soñadores; ciudad universitaria expedita de cultura (salvo que por tal entendamos los conciertos multiculturales regados de meados con que se nos regala anualmente); habitada por una turba que saca a pasear su tedio las fiestas de guardar dispensando al conjunto un aire macabro y hediondo de cementerio inopinadamente transitado por sus moradores. Cáceres, ciudad de la perplejidad, vetusta y clariniana, donde la novedad no es posible y la aventura, la conversación inteligente, la buena música, la literatura en definitiva, están proscrita en sus bares, templos del balón-pie. Cáceres, ciudad de la perplejidad, donde ya nadie cree en leyendas, donde los mitos, albaceas del Ser, nunca fueron y la imaginación sucumbió a la mediocridad hostelera y turística que emplea y en la que se emplean sus habitantes. D´Hubert, te desafío a rescribir Cáceres, a invertir su destino de ciudad de la perplejidad y de perplejos, inventar e inventariar los mitos que nunca fueron, escribir sus calles y sobre sus calles, narrar, no sobre sus habitantes, sino a pesar de ellos, contra ellos, sin ellos. Pero antes, me dirás, habría que arrojar la bomba H, demoler sus piedras, hacer añicos la cristalería de sus escaparates, violar sus maniquíes bajo la atenta mirada de las cigüeñas. Celebrar una hecatombe en honor a Dionisos en la que todos los cacereños fuesen degollados con pedernales sobre una pila bautismal para mojar nuestras plumas en la oscuridad de su sangre santificada por el dios niño, y con caligrafía premeditada y nocturna, abrumar la carne arremetida y gemebunda de las cacereñas con la novela de la fundación de la segunda Babilonia, la liturgia minuciosa y atroz del Apocalipsis y la celebración auroral de la gestación sus terribles dioses párvulos. Y ya no serías por más tiempo cacereño, D´Hubert, resurgiendo de las cenizas junto a tu ciudad rescrita, con su historia reinventada, su ficción niña y su dación (ya que no dávida, término fugitivo de los diccionarios) Expedito de débitos con el pasado mezquino y unánime, podrás ser lo que quieras, el que quieras instaurando el reino de la posibilidad, la disyunción inclusiva, la cópula gozosa y germinal…La heteronimia dejará de ser una ciudad fronteriza, perpleja, de ausencias rumorosas como los habitantes de Comala, para ser la afirmación del Yo múltiple y equívoco de lo demoníaco: “¿Cuál es tu nombre? Legión, porque somos muchos. No bajes la guardia, mi florete tiene sed de tu sangre, ausencia torturada, realidad presente.
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